Pedro Peñaloza

Estado evaporado

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Pedro Peñaloza

“la política viene caminando con gran retardo, con inocultables tropiezos,

Y de tiempo en tiempo se atasca como carro en pantano”.

Alfonso Reyes.

 

1. La descomposición sin límites. El informe del grupo de Expertos (GIEI), de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), acerca de la desaparición de los 43 estudiantes de la normal rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa ha representado un nuevo detonante que evidencia la crisis múltiple de un Estado, que en el capitalismo financiero, juega un rol distinto al añorado por los nostálgicos del Estado interventor.

Independientemente de los alcances legales y jurídicos que pueda tener el mencionado informe, lo que sí es irreversible es el deterioro político y el desprestigio político, de un grupo en el poder incapaz de transmitir certidumbre y transparencia a una población atónita, descontrolada y también prisionera del miedo. Lo esencial tiene que ver con una pregunta que nos ha venido acompañando en los últimos días y en las recientes horas: ¿Dónde están los jóvenes normalistas desaparecidos? Sigue sin ser preciso el concepto de desaparecidos, el término correcto debería ser secuestrados, al menos que alguien sostenga que hay fuerzas extraterrenales que «desaparecen» y pueden «aparecer» seres humanos.

2. Ayotzinapa: solo un ejemplo. En cualquier país civilizado en donde «desaparecen» 43 personas impunemente, debería presentarse una severa crisis política, sin embargo, en nuestro país dichos sucesos no representaron ningún impacto trascendente para las fuerzas políticas involucradas en semejante atentado, lo que corrobora la reiterada y remisa impunidad que caracteriza al modelo político dominante y a sus representantes. Para dimensionar la profundidad de la crisis política que permea al país, es necesario tener presente que el Gobierno ha admitido que en los últimos dos sexenios suman ya 26 mil personas de las que se desconoce su paradero. Los regímenes militares que marcaron la gobernabilidad en América Latina en los setenta y ochenta, presentaban cifras similares de los ajusticiados por las balas o la tortura de los aparatos represores. Acá, en nuestra democracia a la mexicana se siguen creando comisiones y se extienden las lamentaciones frente a un genocidio silencioso, donde se ha construido un enemigo al que hay que eliminar (diría Raúl Zaffaroni). De poco han servido las llamadas de atención de organismos internacionales y las protestas de algunas ONG’s para detener a una política criminológica que tiene como función garantizar que los «otros» o «resistentes» no impidan el «orden» del funcionamiento del sistema de producción de mercancías y reproducción de ganancias. En esa perspectiva es necesario observar y evaluar lo que está pasando en México y en diversas latitudes del mundo, no colocar la realidad desde estos anteojos nos puede llevar a simplemente cuestionar a «malos» gobernantes y no entender que se trata de un problema de carácter sistémico y estructural.

3. Lágrimas de cocodrilo… y en público. Una gran parte de los «opinadores» cuestionadores de la política guerrerista y violatoria de Peña, son los mismos que adoraron a Echeverría y a López Portillo, quienes desde su inmenso poder, pusieron en marcha una política de exterminio contra distintas expresiones de las luchas sociales (desde la guerrilla hasta los movimientos populares). Otra vez la desmemoria nos atropella y nos impide ver los conflictos sociales desde una meseta caleidoscópica e histórica.

Epílogo. No nos equivoquemos, Ayotzinapa, con todo el dolor que implica, es la síntesis de un Estado evaporado. La tarea es titánica, necesitamos poner en movimiento las piernas y las ideas de los más, antes que los menos nos sigan pisoteando nuestros derechos. Utopía realista.

pedropenaloza@yahoo.com                                     Twitter: @pedro_penaloz

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