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ESTRELLAS BRILLANTES

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Hace algunos años, de los aficionados puenteños al rey de los deportes, escuché un interesante relato y con el permiso del amigo Don Héctor Rebolledo, excelente pluma deportiva, ahora lo comparto.

Los 56 juegos consecutivos dando de hit, récord inquebrantable impuesto en 1941, el gran Joe DiMaggio, estrella de los Yankees de New York, se consagra como una figura famosa internacionalmente. En esa temporada, su equipo gana el campeonato de la liga americana y en 5 juegos se embolsa la Serie Mundial aventajando a los Dodgers de Brooklyn.

Ese año de 1941, en un lugar cercano a la gran manzana, una madre soltera, por problemas en su salud dio en adopción a su hija de nombre Norma Jeane Mortenson, y ésta, ahora en plena adolescencia de los quince años de edad, sufre las violaciones de su padre adoptivo, situación grotesca que la obliga a buscar con desesperación quién le otorgue refugio.

En la década de los cuarenta, DiMaggio estuvo en los cuernos de la luna, su promedio de bateo era superior a los .325; con 361 jonrones, casi nunca se ponchaba. Llevó a los yankees a jugar 10 series mundiales, de las cuales ganaron nueve y cientos de miles de dólares. Para 1951 las lesiones lo obligan a retirarse del béisbol profesional y con su nuevo oficio de vendedor de café, gana aún más dinero y el apodo de Mr. Coffee.

Al inicio de los cuarenta, la adolescente Norma se convierte en señora; en un santiamén la fortuna le sonríe de tal manera, que, tiene que alejarse de su efímero matrimonio, para poder firmar un contrato con la Twentieth Century Fox. Con su nuevo nombre, Marilyn Monroe, inicia una brillante carrera hacia la fama, dándole el privilegio el controvertido Hugh Hefner, de aparecer encuerada en el primer número de su revista Playboy.

Un extraordinario deportista y una escultural actriz, estrellas brillantes, en el año de 1954, deciden unir legalmente sus vidas. El matrimonio como era de esperarse, dura escasos nueve meses, ya que el pelotero no resistió las actividades provocativas de la actriz, la misma que se dejaba soplar sus enaguas por el metro neoyorkino, alzándole aquel radiante vestido blanco y dejar al descubierto las bellas y torneadas piernas, lucidas por cautivadoras zapatillas de tacón.

El cinco de agosto de 1962, la hermosa Marilyn fallece —los que estaban en el poder en la casa blanca, dicen que se suicidó— y el único que hace su aparición ante aquel bochornoso incidente, es DiMaggio, el cual se encarga de todos los gastos funerarios y la encomienda de mantener con flores la tumba de la amada durante varios lustros. 37 años después, a finales del siglo XX, el cáncer de pulmón arrebata la vida del “Yankee Clipper”, dejando solo los recuerdos a la gran afición de la pelota caliente contando a los de Tecozolco (dijera el Martincillo Blasquez).

Amigos, el coherente Eurípides decía que “a los muertos no les importa cómo son sus funerales. Las exequias suntuosas, sirven para satisfacer la vanidad de los vivos” con esa razón, una recia solterona dijo: —cuando muera, mejor quiero que me  inseminen. Hágame usted el favor. Qué cosas.

¡Ánimo ingao..!

Con el respeto de siempre Julio Contreras Díaz.

 

Escuche la versión de audio en la voz del «Jarochito»:

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