Daniel BadilloPLUMAS DE COATEPEC

¡Faltó amor por Xalapa!

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EL ARTE DE GOBERNAR

¡Faltó amor por Xalapa!

Por Daniel Badillo

 

Siempre he sostenido que, para gobernar, también se necesita amar: amar al

prójimo, al vecino, y sobre todo a la ciudad. Hay que amarla y sentirla como

nuestra propia casa y a quienes habitan en ella, como nuestra propia familia.

Procurarla, atenderla, ver que esté bien. Allí radica la emoción social de la que

tanto hablaba don Jesús Reyes Heroles, cuya frase retomó este fin de semana el

presidente Andrés Manuel López Obrador durante su gira de trabajo por Sonora,

donde habló precisamente de esa “emoción social”.

 

Dicho lo anterior, entro en materia. No creo errar cuando señalo en el título de esta

humilde colaboración, que faltó amor por Xalapa al gobierno municipal que –por

fortuna- está por terminar. Fueron cuatro años de desidia, de ocurrencias,

indolencia e incapacidad, que se ven reflejadas en el abandono de la ciudad. He

de decir, que lo muy escasamente rescatable del actual gobierno es el

mejoramiento del alumbrado público en muchas colonias, donde se colocaron

lámparas led y por la noche, la ciudad –en su mayoría, porque hay lugares todavía

que adolecen de luminarias- se encuentra bien iluminada.

 

No obstante, Xalapa tuvo un alcalde carente de emoción social, carente de amor

por la ciudad y por quienes habitan en ella; quizás porque siendo originario de la

capital del país, nunca sintió a sus vecinos y a los ciudadanos xalapeños como

sus paisanos. Rara vez, sí, rara vez se le vio en las colonias o caminando la

ciudad, lo que explicaría que hoy Xalapa sea la capital de los baches, y de la falta

de mantenimiento a muchas avenidas que lucen con tremendos cráteres en los

que un servidor en estos días, vio mermado su patrimonio al caer, durante la

noche, no en uno ni en dos, sino en cuatro baches imperceptibles a primera vista.

 

Y no es que hable por el hecho de haber caído en esos baches y ver afectado mi

vehículo, sino por el desinterés de un alcalde que no recorre la ciudad, como lo

hacía en su tiempo Américo Zúñiga Martínez, quien apenas observaba un bache o

un problema en la vialidad, daba instrucciones de inmediato para que lo repararan,

y una vez atendida su indicación, regresaba a verificar que estuviera corregido el

desperfecto.

 

Eso no fue así con el actual alcalde, cuyo nombre hasta cuesta mencionar por su

manera tan hosca de conducirse y tan lejana al llamamiento que hace todos los

días el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, de gobernar

con el pueblo y para el pueblo. Hombre con suerte, el presidente municipal que

está por entregar el cargo, formó parte de esa marea triunfadora motivada por la

gran estatura política y moral de López Obrador, no así por sus méritos y mucho

menos por su trayectoria política. Fue, repito, un alcalde ajeno a las necesidades

 

reales de la población, encerrado a cuatro paredes en su oficina, distante, muy

distante del pueblo, y cuyos resultados habrán de ser juzgados por la sociedad.

De allí que lo haga responsable públicamente del desperfecto de mi vehículo y del

mal estado en que se encuentran muchas avenidas de la ciudad, donde reinan los

cráteres. Basta señalar que justo frente al IMAC, auditorio rescatado, por cierto,

por Américo Zúñiga, se encuentra un bache que hace la maldad al conductor

distraído o que desconoce esa vialidad, y como ese hay otros cráteres más en el

circuito presidentes, en la propia avenida Lázaro Cárdenas dos cuadras antes del

Tribunal Superior de Justicia, y qué decir de la avenida Ruiz Cortines justo detrás

de una tienda de conveniencia que se encuentra antes de Ignacio de la Llave,

cuya obra se encuentra detenida.

 

Y así, me pasaría todo el día enlistando los cientos de baches que hay en la

ciudad, y que ojalá el alcalde de infausta memoria que está por concluir, tenga

tiempo de atender, pues durante los casi cuatro años, descuidó la ciudad, mantuvo

subejercicios imperdonables, y todavía se dio el lujo de ser desatento y grosero

con la prensa. Pero, por fortuna, ya se va.

 

Viene en camino un hombre que deberá demostrar, como lo hizo la primera vez

que fue alcalde, que él sí ama a la ciudad que lo acogió desde niño y que le dio

cobijo y sustento, como lo ha dicho siempre. Los ciudadanos xalapeños esperan

mucho de Ricardo Ahued Bardahuil, ese sí, político en toda la extensión de la

palabra, que además de honesto y sensible, sabe entender a los habitantes de la

capital del estado, a quienes –con cargo o sin él- siempre ha apoyado hasta

poniendo de su propia bolsa.

 

Ahued, insisto, deberá demostrar con hechos el gran amor que tiene por la ciudad

y por quienes habitan en ella, con un proyecto digno de la capital de un estado, y

digno de ciudadanas y ciudadanos como los xalapeños, cultos y de buena

entraña. Del alcalde que se va, ni para gastar más texto en él. Que la historia y los

ciudadanos sean quienes lo juzguen por el resto de su vida.