FAMILIA TEXON-ROBLES
FAMILIA TEXON-ROBLES
La
raíz de esta familia inicia el año de 1870 en el que nace Antonio Texon Olmos,
cinco años después nació Isabel Robles Piedra, hija de un liberal que apoyó la
causa del presidente Benito Juárez García. La niñez y adolescencia de estos
jóvenes se desarrolló en la paz porfiriana que vivía el sueño francés. A los
pocos años de noviazgo unieron sus vidas y comenzaron el camino del matrimonio.
Siempre felices en el trabajo campirano y el entorno que los envolvía en las costumbres
del siglo XIX que pronto cerró el telón para que brillara la esperanza del
siglo XX.
Como todo matrimonio de esos años
fueron prolíferos en hijos: Delfino, este muchacho nació el 24 de diciembre de
1900 y se casó Enriqueta Ruiz Mora, con la que procreo una hija. Este
compromiso amoroso se truncó, pero encontró cobijo en Consuelo Monge, de esta
unión nació María y Ramón Texon Monge.
Fue un
hombre de campo y poseedor de una voz privilegiada, tal vez jamás buscó una
oportunidad, pero en el balcón de su casa cantaba con su hija Aurea (Lea), los
dos a capela, sus voces eran familiares y dulcificaban el barrio de la sexta calle
de Zamora en esos tiempos de provincia. Delfino Texon falleció en el año de 1968
ya cansado de vivir. Melesio fue padre de Trinidad Texon, Rafaela fue madre de
Augusto, Miguel, Rubén y Juana Sánchez Texón. José Texon –al igual que todos
sus hermanos, fue de estatura alta y valerosos para el pleito a cuchillo o
moruna, nunca se rajaban y eran respetados por ello en esos barrios de Paso
Ancho– le cortaron las piernas y así seguía siendo bravo. Julia texon unió su
vida a la de Enrique Villa, mujer enjuta y tozuda que el tiempo la venció, pero
dejó descendencia al momento de partir: Celestino; Luis, Trinidad, Guadalupe,
le decían “Seti”, Eligio y Miguel, este último le dio un dolor insuperable a su
madre porque fue asesinado de una puñalada en el corazón en el año de 1970. Julia
le decía a su prometido, tengo miedo por ti, mis hermanos son cuchilleros. Pedro
Texon se casó con Inocencia Martínez Castillo, con ella trajeron al mundo a:
Sofía; Juana; Hilda; Martha y Elena, de estas últimas tres su padrino de primera
comunión lo fue don Luis Mata y su esposa Inés. Su segunda pareja fue la señora
Leonarda Domínguez, con ella engendraron a cinco hijos: Antonio, Pedro, José, y
a unas gemelas: Gloria y Crisanta. Falleció en un melancólico día del 18 de
junio de 1981, lo sepultaron una triste tarde con niebla y frío, muchas
lágrimas de sus hijas e hijos se mezclaban con la llovizna. Herlinda Texon fue
otra hija del matrimonio Texon–Robles, mujer que tuvo dos hijas, Soledad (chole)
y Carmela, la primera falleció en el rosal de su vida, y su madre Herlinda
luchó a brazo partido por sus nietos a los que les dio profesión, sin duda una
gran mujer, en los últimos días de su vida su mente era lúcida y platicaba sus
recuerdos, pues perteneció al Sindicato de escogedoras de Café del pueblo
coatepecano. Raymundo Texon Hernández
fue engendrado con la señora Luz Hernández; y se casó con la señorita
Concepción Colorado Landa, lamentablemente falleció en mayo de 1930 a los 37
años de edad. Melesio Texon se ignora quien fue su mamá. Soledad se casó con
Roberto Maldonado, hombre que trabajó en los baños y fue agente de tránsito,
además un gran deportista, pues practicó el boxeo al que fue muy aficionado.
Don Antonio Texon Olmos, –quien
vestía como un natural campesino de esa época, sin faltarle su sombreo y su
esposa, falda negra larga y blusa de color claro–falleció en el año de 1926 a
los 56 años de edad. Doña Isabel Robles Piedra, falleció a la edad de 77 años, 1972–1952
siempre presumía su longevidad, sin presunción solía decir, como no voy a durar
si en el apellido llevó la vida misma: Robles–Piedra. “Cuando han visto que un
roble envejezca cuando han visto que una piedra muera”. Un aforismo propio para
fortalecer el alma y la autoestima de su familia. Sus nietos le decían “Mamita”
Esta
es una breve síntesis de la historia de una familia que floreció en la primera
mitad del siglo XX, y a pesar de ser gente de campo, a base de trabajo, lograron
buenos patrimonios para vivir sin tanta preocupación. Es una historia que el tiempo
parece olvidar, porque sopla hacia el inexistente futuro, pero siempre nace una
emoción para revivir pasajes de la vida de los antepasados a los que se les
debe, sobre todo, la vida, a veces un poco más. Estás personas siempre vivirán
en los sentimientos de quienes los evocan con la seda de la nostalgia, los que
vivieron una época en la que se despertaba la esperanza que tanto anhelaban.
Hoy, todos estos hermanos, reposan el sueño eterno a la izquierda del andén 18
del cementerio municipal de Coatepec, Veracruz. Cada tumba parece contar su
propia historia, aún en el silencio que se encuentran, quienes los visitan,
parecen escuchar sus voces que tal parece no se han marchado por completo. Que
sus cuerpos descansen en paz y sus almas sean purificadas para estar presentes
en el cielo.
Estas
líneas fueron posibles gracias a la colaboración de Rafael Villa García,
miembro de esta familia del siglo XX que jamás olvida sus raíces, las tiene
presentes con mucho cariño.