Fortalezcamos la salud pública
Linda Rubi Martínez Díaz
Hola amigos lectores, les saludo con el cariño de siempre. Si bien las reformas han sido propugnadas para mejorar la calidad de muchos de nuestros servicios públicos, aún están quedado pendiente la reestructuración de algunos estratégicos como en el sistema de salud, y cuya implementación hace unas décadas fue innovadora sobre todo para la protección de los trabajadores, pero que hoy en día parece estar colapsando, no sólo por el decrecimiento en su inversión sino también por su organización.
Como entidades gubernamentales, los institutos de salud pública (IMSS e ISSSTE) trajeron consigo una visión de estado protector hacia las clases con pocos recursos, lo cual no solo conllevó mejoras a largo plazo (como reducir la tasa de mortandad infantil y elevar la calidad de vida) sino también dignificó y amplió a la clase médica, otorgándoles mejores condiciones salariales, oportunidades de crecimiento profesional y laboral, así como la oportunidad de servir de forma institucional al país. En el extranjero, incluso este modelo se convirtió en ejemplo a seguir de varios países democráticos y socialistas, así como otros servicios, por ejemplo los educativos, que marcaron un antes y un después en la historia del México post-revolucionario.
Pero así como un modelo institucional responde a las necesidades de su espacio y tiempo, no garantizar su evolución conlleva a su desgaste. Se ha visto en todos los servicios de estado que en otros tiempos eran punta de lanza, y que hoy en día se han convertido en ejemplos de desgaste, de ineficiencia, e incluso de corrupción. Actualmente, los diferentes institutos de salud adolecen de estos males. Hay desabasto en medicinas, muchas de las que son indispensables para algunos pacientes, la infraestructura necesita mejoras y ampliación, los instrumentos y aparatos médicos en su mayoría son obsoletos, y hay un complejo sistema burocrático que impide acelerar los diferentes procesos a no ser que se catalogue como urgencia. Pero más importante aún, hay desabasto en médicos especialistas así como parece haberse distanciado el objetivo hipocrático de los egresados en medicina: ayudar a quien lo necesita.
Así como otras carreras de gran demanda, estudiar medicina se ha convertido en un negocio redituable y personal a mediano plazo, pero no por su cumplimiento social, sino por los dividendos que aporta en el ámbito privado. Ya no es interesante para un médico trabajar en alguna institución pública debido a lo poco atractivo que le representa el salario, lo cual poco a poco ha minado el sistema público de salud y encareciendo los servicios, por ejemplo el de cirugía.
Por ello, creo que urge incentivar a los médicos a retomar el objetivo de la salud pública. Creo que esta reforma debería ser no sólo laboral sino también organizacional, eliminando los lastres burocráticos para la adquisición del servicio. Así mismo, como ya existe una conexión entre escuela y hospital (por ejemplo, tenemos el hospital-escuela ya por todos conocidos, el CEM), es necesario fortalecer esa relación y no sólo hacer del trabajo real un modelo de enseñanza, sino que parte de la inversión en las escuelas públicas de medicina se concentre en que sus egresados hagan residencias periódicas. Esto conlleva a que los médicos y especialistas que trabajan en clínicas privadas, retribuyan al menos 3 días por mes a la seguridad social, ofreciendo consultas y cirugías gratuitas. Pero esto sólo puede ser posible a través de la reforma de la ley de seguridad social, la cual explicite la necesidad de esta tarea y la sanción en su omisión.
Si bien es importante recibir, pues no quiero sub-valorar el trabajo de los médicos que han invertido mucho tiempo en su preparación, creo que también es importante retribuir de alguna forma lo que la sociedad invierte en las escuelas públicas de medicina.
Nos leemos la próxima, que Dios los bendiga.