HAY FUEGOS QUE NO APAGAN LOS AÑOS
HAY FUEGOS QUE NO APAGAN LOS AÑOS
Regresar
no es retroceder. Regresar, cuando se ha vivido lo suficiente, es otra forma de
avanzar. A dieciséis años del inicio de su carrera dentro de Semanario El
Regional, aquel octubre de 2009, él vuelve a los medios de comunicación no
para ocupar el mismo lugar, sino para ocuparlo de una manera distinta. Vuelve
porque hay fuegos que no se apagan. Vuelve porque en medio del ruido, la prisa
y la inmediatez, hace falta pensar y decir las cosas con calma.
Entonces
veía a los medios como un espacio vertiginoso: La consigna era publicar
primero, hablar con megáfono, marcar presencia. Hoy los entiende como un
estadio donde la voz no tiene que competir con el estruendo, sino imponerse con
su tono. No es la misma mirada: es una mirada afinada por los años, por la
experiencia acumulada dentro del periodismo, por el trabajo realizado en el
sector educativo y por una transformación personal que redunda en resultados
alcanzados a nivel colectivo. Deja para otros la estridencia y el impulso
beligerante que sirve como escudo. Hoy prefiere la actitud firme, reposada y razonada
porque, si algo ha aprendido, es que un mensaje no se mide por el volumen, sino
por su capacidad de abrir puertas donde otros solo levantan muros.
En
el andar de estos años, fueron varias las trincheras donde fue forjando el
oficio y el criterio: Nuestras Noticias Veracruz (NN Veracruz), Síntesis
Veracruz, Semanario Espresso de Coatepec e Imagen Siglo 21 ofrecieron páginas, espacios y libertad para crecer, escribir, aprender.
También hubo momentos valiosos en los que artículos suyos fueron retomados en
plataformas de alcance nacional como Pulso Ciudadano, iniciativa del
reconocido productor Epigmenio Ibarra, Revolución 3.0 y Puente Sur,
medios comprometidos con otras formas de narrar el país. A todas estas casas
editoriales, hoy les dedica un pensamiento agradecido. Ahí hubo confianza, hubo
camaradería, hubo escuela.
En
el fondo, el regreso obedece a una urgencia silenciosa: la de intervenir en el
debate público desde otro ángulo, más humano, más reflexivo. Hay una
responsabilidad que nace no del encargo de alguien, sino de la conciencia de lo
que significa escribir en medio de un contexto convulso, porque mientras otros
eligen la espuma de los días, él apuesta por el fondo.
Y
sí, hay fuegos que no apagan los años: el fuego de querer comprender, de querer
dialogar, de querer aportar, incluso cuando la discusión parezca estar
condenada a la diatriba y al reproche.
A
la luz de la coyuntura electoral que hoy atraviesa a Coatepec, su regreso no es
casual. La tribuna mediática local necesita algo distinto. Y esa diferencia
—por más paradójico que suene en un mundo saturado de gritos— estará en la voz.
Una voz que no grita, pero se sostiene; una voz que no atropella, pero
interpela; una voz que no busca protagonismo, sino propósito.
En
esa voz que regresa, no está la ansiedad del jugador joven que quiere
demostrarlo todo, sino la conciencia de quien alguna vez fue parte del sistema
nervioso de su equipo. Nadie necesita explicarle lo que significa ganar.
Ahora
el objetivo es otro: acompañar a Coatepec en su transformación desde un lugar
distinto, con la serenidad de quien ha visto y aún quiere ver más. No sabe lo
que deparará el futuro, pero sí sabe que hay regresos que importan más por lo
que representan que por lo que anuncian.
Este
regreso representa justo eso: un compromiso con la palabra, con el diálogo y
con la posibilidad de ofrecer una reflexión en tiempos donde casi todo es
ataque y contraataque.
Al
final del día, lo que permanece no son las portadas ni los titulares. Lo que
permanece es la convicción. Lo que perdura es el fuego. Y hay fuegos, en
efecto, que no apagan los años.