Editorial

IN-DEPENDENCIA

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Héctor Larios Proa

“La obra maestra de la injusticia es parecer justo sin serlo”.

Platón.

 

Un grito más, una celebración más de la lucha de los héroes que hicieron patria. Celebración nacional que debemos valorar en su real dimensión. Hombres y mujeres, ejemplares,  con ideales en una lucha sangrienta dieron su vida por una nación independiente y ganaron para futuras generaciones libertades que hoy se nos escapan de las manos en nombre de la seguridad.

Inseguridad causada por una profunda desigualdad social producto de la avaricia y explotación de propios y extraños. Movimiento independentista que rompe las cadenas impuestas desde la Corona española para dar paso a un nuevo orden social que reproduce formas de dominación de los nuevos tlatoanis.

A dos siglos del movimiento independentista, el país se encuentra encadenado a otro tipo de yugo, a los dictados del Fondo Monetario Internacional (FMI) liderado por el capital financiero dominado por los semitas que tienen el control del desorden financiero en Norteamérica y algunos países de Europa y medio oriente.

México gobernado bajo la batuta de la tecnocracia representados por los Chicago boys surgidos en los años ochenta del siglo pasado sin criterios propios fueron seducidos por el liberalismo económico aparecieron en la escena política para hacer a un lado los derechos sociales que salvaguardaban la igualdad de oportunidades y marcar el camino a los “yupies”.

En consecuencia poco a poco la educación sometió a las ciencias sociales, la historia y toda clase de pensamiento, crítico y humanista  favoreciendo áreas técnicas y conocimientos fraccionados de la realidad justificado por un supuesto crecimiento económico. Con ello sepultó el civismo y los valores. Apostando por el mercado como órgano regulador y disminuyendo los poderes del estado. Matando el sindicalismo por un membrete blanco y a modo que solo sirve como estructura corporativa en cuestiones electoreras otorgando cotos de poder que garantizan el status quo.

En pocos años la pequeña burguesía nacional desapareció junto con pueblos enteros que se dedicaban a una actividad económica, artesanal o agraria, el campo empobreció y expulsó a más de diez millones de mexicanos en busca del sueño americano. Los hijos de nadie, los que nadie quiere. Sin embargo, son ellos con sus remesas el sustento para sus familias que se quedaron cuidando la pobreza, curándose el olvido y viviendo sin futuro. Hoy también sus hijos son expulsados por el sistema, van solos, arrastrados por la bestia.

El uso y abuso del poder, desde Calles hasta López Portillo, justificó el arribo de tecnócratas,  se dedicaron a administrar la crisis, diagnosticar el cáncer nacional y recetar aspirinas.

Recortes presupuestales y el desempleo fueron constantes. Ilusos creyeron que la modernidad era el acceso al consumo por la  vía de la libre competencia, expresión de la postmodernidad, donde consumo es sinónimo de felicidad, hospedada en los aparadores de las tiendas de marca. Llegaron en consecuencia las deudas adquiridas con dinero plástico, fue como ponerse la soga al cuello.

En este largo periplo la corrupción y la impunidad nos acompañaron para seguir encadenados al mismo tiempo que somos testigos de como los mares multicolores del  caribe, golfo o pacífico  son explotados por el capital extranjero ante la miopía de los empresarios mexicanos fanáticos de la especulación. Selvas, montañas, manglares y bosques se extinguen. Las aguas se contaminan nadie se hace responsable. En este mar de lágrimas  vamos arrastrando las cadenas de penosos rezagos históricos (educación, salud, ciencia, tecnología, vivienda, equidad y un largo etc.). La economía  nacional sostenida por la pobre industria petrolera mexicana, que ha tenido la fuerza para soportar toda clase de pillos.

Petróleo, remesas y endeudamiento público fueron las fuentes para que el país sobreviviera, siempre al borde del precipicio. Economía sostenida por estos alfileres y las reservas del Banco de México le dan estabilidad ficticia al peso, pero que no sirven para impulsar el crecimiento y desarrollo.

Se tienen reservas millonarias pero somos pobres. A pesar de los 57.7 millones de personas pobres, el hombre más rico del mundo es también mexicano, la abismal desigualdad queda manifiesta.

Se tiene dinero suficiente para pagar la deuda e INDEPENDIZARNOS de una vez por todas y para siempre del yugo del FMI. Para entonces tendríamos algo que celebrar gritando a todo pulmón: VIVA MEXICO. Pero mientras tengamos farsantes valentones en el poder solo podemos aspirar a recordar la valentía de los héroes nacionales que serán recuerdos en medio de la oscuridad y el miedo. Seguiremos huyendo de los tiroteos y ahogando con miedo un grito de esperanza.

Este editorial se publicó en septiembre del año 2011. Solo han cambiado los partidos, los nombres, el resto sigue peor. Promesas de crecimiento, con un sustento jurídico de 11 reformas, que intentan atraer capital para que México sea un país maquilador, gracias a los paupérrimos salarios,  y con socios en el sector energético. ¿Independencia?

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