KENZO TANGE
La profecía de las revelaciones se cumplió. Cuatro jinetes del Apocalipsis cabalgaron sin ningún pudor. El caballo blanco salió vencedor y para vencer. El rojo, con el jinete espada en mano irrumpió la paz. El negro, con el montador sujetando la balanza, exaltó el hambre y racionó el pan. Y el cuarto, el caballo bayo seguido por Hades y su inframundo, encarnó a la muerte. Esa escena fue en el campo aniquilado de Hiroshima y Nagasaki, tras el estallido de la bomba atómica.
La acción del año de 1945 donde en solo tres días perdieron la vida casi un cuarto de millón de seres humanos, era justificada con las palabras que sin piedad manifestó el presidente en turno de los Estados Unidos, Harry Truman:
“Los japoneses comenzaron la guerra desde el aire en Pearl Harbor. Ahora les hemos devuelto el golpe multiplicado. […] Ahora estamos preparados para arrasar más rápida y completamente toda la fuerza productiva japonesa. Vamos a destruir sus muelles, sus fábricas y sus comunicaciones. […] Si no aceptan nuestras condiciones, pueden esperar la lluvia de destrucción desde el aire como la que nunca se ha visto en esta tierra”. Los chaparritos de ojitos caídos, ante el proyecto Manhattan, no tuvieron alternativa más que aceptar esas estipulaciones.
Cuatro años más tarde el arquitecto KENZO TANGE, nacido en Osaka el 5 de septiembre de 1913, se vistió de héroe al diseñar la reconstrucción de Hiroshima con el Parque de la Paz, resuelto en una extensión de más de 122,000 metros cuadrados y ahí dentro, integrar el Centro de la Paz, monumentos que revitalizaron al país entero y la memoria de todas las víctimas de la nefasta bomba, expresando la solidaridad de la humanidad que sigue clamando por la imperiosa necesidad de que nunca más se repita esta pinche barbarie depredadora y que jamás se vuelvan a utilizar las armas nucleares.
KENZO TANGE, consejero-director del arquitecto, amigo y compañero Luis Amante Haddad, proyectó el rascacielos de 243 metros de altura que aloja al Gobierno Municipal de Tokio, conocido como Ayuntamiento de Tocho. Este centro turístico aloja un imponente observatorio panorámico cuyo acceso, completamente gratis, es para todo aquel que quiere distinguir el tejido social de la gran metrópoli nipona y con suerte de buen clima, apreciar el legendario monte Fuji.
Pero para no ir tan lejos, todo arquitecto o estudiante de arquitectura, se puede deleitar con la visita al edificio que alberga a la Embajada de Japón en México, ubicado en Paseo de la Reforma 395 de la colonia Juárez en CDMX, una obra de arte que logró reunir dos diferentes culturas en concreto aparente, construido en 1976, legado único a los mexicanos por este arquitecto icono japonés, premio Pritzker, fallecido en Tokio cuando contaba con 91 años.
Amigos, se lo escuché al padre Sotero en su homilía: “El ser humano no es capaz de ver nada sin sentir la necesidad de destruirlo”. La abuela decía: “Creo que a Dios lo mataron los hombres”
Pasen buen fin de semana y con mucho…
¡Ánimo ingao…!
Con el respeto de siempre Julio Contreras Díaz