Ars Scribendi

La Boda

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Por Rafael Rojas Colorado

 

–Para Alfredo Libreros Rojas y Gabriela González Prado–

            Todo parecía un sueño del que emergían muchas imágenes, justo cuando el sol se situaba en el cenit se escuchó el último repique de las campanas, la resonancia anunciaba el inicio de una boda. Alfredo y Gabriela tomados de la mano cruzaron el pequeño atrio, en el umbral del templo los recibió el sacerdote Erick Aguilar García, les roció agua bendita y les impartió la bendición.

Detrás del sacerdote iban los novios en dirección al altar, los seguían sus progenitores y sus padrinos. La voz de Patricia Quevedo bajo el influjo del órgano y el violín resonaba en el interior del recinto sagrado, “Señor ten piedad de nosotros, de nosotros Señor ten piedad…”, su canto parecía palomas esparciendo un poema de amor hasta el último rincón de la iglesia, familiares y amistades con devoción y sumo respeto participaban de la solemne ceremonia religiosa.

El Presbítero Erick Aguilar García investido en su ministerio sacerdotal oficiaba una misa sustancial, plena de significados teológicos, con su fe invocó e hizo presente a Cristo Jesús a través de la transubstanciación, de esta manera reafirmó por medio del sacramento del matrimonio el amor de Alfredo y Gabriela; los novios recibieron el cuerpo y la sangre de Jesús en forma de ostia. Acto después, sumergió en las aguas bautismales a Lía Itzae para morir en el pecado y renacer hacia una vida plena de luz, hacia una verdadera vida cristiana, así crecerá caminando por la senda de su destino, bajo el cobijo del amor y el buen ejemplo de sus padres, solo así serán dignos integrantes de la sociedad a la cual pertenecen.

El sacerdote convocó a los padrinos y acercaron las arras, los anillos, la Biblia, el rosario y el lazo, así complementaba el ritual del casamiento, la emoción estaba presente en Alfredo y Gabriela cuya blancura de su alma se asemejaba al color de su vestido, emocionados se les veía a los padrinos, familiares y amigos. En esa atmósfera de felicidad parecía flotar un coro de querubines, serafines y arcángeles acercando la música del cielo.                                                                                          Alfredo experimentó un estremecimiento en el cuerpo, en su mente y corazón vislumbró a sus abuelos paternos, Cirilo y Tomasita, le pareció verlos signándole con la cruz la frente y acompañándolo en ese importante acontecimiento de su vida, fue el fugaz instante de un milagro que la vida le concedió, un suspiro le devolvió la calma.

Nuevamente esa acentuada voz entonando el Ave María, los novios recibían las velas con la luz que les iluminará su camino de pareja hacia el futuro, felicitaciones, abrazos, y la bendición que los consagraba como esposos complementaron el ritual religioso. Ahora, tomados de la mano se encaminaban lentamente hacia la salida de la parroquia El Calvario, pétalos de flores les bañaba el cuerpo, aplausos y vivas les dulcificaba los oídos.

Cuando salieron del templo el sueño se fue difuminando, dando paso a la realidad, entonces afloraron una sonrisa de gratitud a la vida, por haberlos echo coincidir, por hacer que se amaran con todas las fuerzas de su corazón, por unirlos como pareja para caminar hacia su horizonte venciendo con su amor todas las tribulaciones que intenten perturbarlos en el diario vivir. Felicidades.

 

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