La gaviota
Rafael Rojas Colorado
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Aquella mañana la gaviota había vencido el pesimismo, y nuevamente sintió deseos de volar. Pero ya no tenía la práctica de antaño y el volver a intentarlo le parecía imposible. La inspiración le animaba el alma y la invitaba a iniciar el vuelo por los parajes más bellos del planeta, sin embargo, el temor a volver a caer la mantenía firme en la tierra.
Cierta noche mientras la gaviota dormía comenzó a soñar. Soñaba que sus alas flotaban en el aire, soñaba que el viento la mecía de un lado hacia otro. Soñaba que volaba a ras del mar y el oleaje le tributaba un acorde musical. Soñaba con el ímpetu de su sangre corriéndole libremente por las venas y le parecía ser una creatura celestial. Así soñaba noche a noche con sus más íntimas fantasías.
Cierta noche cuando plácida dormía, como siempre, emergieron sus más bellas utopías y soñó remontar el vuelo rozando con sus alas los colores del arco iris, ella anhelaba consumar un sueño, volar hasta a donde el aire ya no se lo permitiera, sería peligroso desafiar esas dimensiones, porque su vida pendería de un hilo. Pero una gaviota no nació para permanecer en la tierra, sino para volar hacia lejanos horizontes. Nació para que a través de su vuelo rompa los paradigmas de la vida, para hacer posible lo imposible.
En ese nebuloso sueño revestido de bruma, volaba incansablemente con sus ojos fijos en el infinito, acababa de vencer el pesimismo. Su inspiración le acariciaba el alma y ya nada la detendría; dejar de volar le era imposible, además, la tierra ya no estaba a la vista. Los rayos del sol ya no iluminaban su plumaje. Se veía a si misma agitando sus alas en plena oscuridad, solo las estrellas le guiñaban de contentas.
La gaviota volaba y volaba, nadie antes lo había logrado, volaba entusiasmada en el espacio, en el seno del firmamento, cuando la luz del sol repentinamente la volvió a la realidad.
La gaviota debería de vencer su inseguridad para volar tras de sus sueños.