La Otra Versión

La gran esperanza se ha iniciado

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Por: René Sánchez García.

A las once horas del día primero de diciembre pasado, se inició en todo el país, el más grande de los desafíos: la esperanza de que los mexicanos seamos felices por primera vez en la historia. Después de intentarlo en el año de 2006 y también en el 2012, llegó la tercera ocasión y esta fue la vencida. Andrés Manuel López Obrador tomó posesión de la Presidencia, esa silla tan ansiada que proporciona poder para todo lo imaginable, incluyendo lo imposible.

Luego de tomar protesta ante el pleno de senadores, diputados, gobernadores e invitados especiales (en la que no se incluyó por primera vez a nuestros exmandatarios), el tabasqueño dirigió un discurso donde pintó la realidad del país: un desastre total donde priva la corrupción, la pobreza y la violencia en todos los sectores y rincones de la nación. Todo lo anterior gracias al modelo económico neoliberalista adoptado desde hace 36 años y que sólo ha beneficiado a unos cuantos empresarios y políticos.

A este nuevo estilo de gobernar, que los ofendidos llaman de izquierda, pero que en realidad se trata de un nacionalismo renovado y conocido ahora como la Cuarta Transformación, misma que “se llevará a cabo de manera pacífica y ordenada, con la cual se acabará con la corrupción y con la impunidad que impiden el renacimiento de México”, no sólo fue vista con buenos ojos por la prensa internacional, sino que fue aceptada por las bancadas del PRI,  PAN y PRD que habían amenazado con interpelarlo durante su discurso, así como también por los sectores empresariales privados.

El discurso pronunciado por el ahora presidente de los mexicanos estuvo bien planeado para no lastimar o agredir a nadie en particular. No se pronunció el nombre de ningún exmandatario, ni tampoco se señaló a alguien como responsable. No se hizo mención de algún partido político como enemigo o adversario. Mucho menos dio nombres de empresarios y políticos que se han beneficiado con los contratos o las privatizaciones. Por ello el texto debe ser leído entre líneas, de allí la expresión funesta que mantuvo Enrique Peña Nieto durante toda la ceremonia protocolaria.

Ya se pintó el desastre desolador, ya se detallaron las medidas que se tomarán para resolver las problemáticas, ahora sólo se espera que la rabia no sólo cambie de mano, sino que se logren echar a andar esas transformaciones tan necesarias y esperadas por todos. Los resultados no se verán de inmediato, no se trata de soluciones mágicas, sino de inercias y vicios a erradicar. Un hombre no lo puede sólo, toca ahora a todos nosotros cambiar en todos los aspectos. Si algo tenemos los mexicanos es que somos chingones hasta la muerte. Ya lo demostró Andrés Manuel López Obrador: de que se puede se puede. Y creo que merecemos ser felices, ya aunque sea por seis años.

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