LA GUERRA
ARS SCRIBENDI
“La
guerra no es un asesinato es un suicidio”.
Alberto
Cortez
Cuando
abrimos los libros nos muestran dibujadas en sus páginas las guerras, desde los
tiempos primitivos hasta los actuales. Desde las piedras, flechas y lanzas
hasta los aviones, tanques y la ojiva venenosa. El hombre ha sido incapaz de
utilizar la razón para conciliar los problemas que lo atañen y se convierte en
un animal guiado por su irracionalidad. Hoy la guerra nuevamente ha comenzado y
está cobrando vidas, desalojos y violando el derecho de vivir en paz. El mundo
está en tensión y elevando la voz para que este conflicto se apague pronto,
para que no sé complique el problema y tengan que intervenir otros países. Con
lo que el hombre ha logrado hasta el momento el mundo puede ser reducido a
cenizas en poco tiempo.
La
guerra es un infierno donde las llamas exhalan el dolor, la muerte, la
frustración, el odio, la venganza, mutilación y la tragedia, es un lugar donde todo
parece olvidado. Y cuando surge el apoyo va acompañado de un incentivo
económico muy elevado que se cobrará a futuro, es decir no es ayuda sino
negocio.
A
veces el hombre se pregunta como si esto fuese una película de ficción, esto ocurre
en un punto infinitesimal del universo, para observar con un microscopio todo
lo que sucede en una minúscula esferita, en un diminuto átomo en el que existe
una dimensión llamada vida –esto es un milagro, se ignora si de algún Dios o
del propio universo–, pero los seres del planeta tierra la desprecian, se matan
unos con otros sin el menor remordimiento porque lo material tiene un valor
mucho más elevado que la propia existencia humana, para eso ocupan la inteligencia,
solo para crear armas y autodestruirse, porque no han aprendido a vivir en un
espacio en el que se borren las fronteras y a ninguno se le llame extranjero
sino hermano, la tierra es de los que nacen en ella, claro que esto es una
utopía cuando se trata de poseer un porción de la misma.
Hoy un
país vive el tormento de la guerra ¿cómo ayudarlo? ¿con una palabra de aliento,
acercarles la fe y la esperanza, demostrarles amor, servirán estas acciones para
detener un implacable bombardeo, o hace falta algo más sagrado? Tal vez surja
la eterna pregunta ¿En dónde están las manos de Dios? Usted tiene la palabra
amigo lector.