Especial

LA INMOLACIÓN…

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“…México perdió al estadista más completo del pasado reciente; estoy comprometido a dar cabal castigo a los asesinos intelectuales y materiales…la obra revolucionaria continuará”

Estas palabras eran pronunciadas por el presidente Plutarco Elías Calles en los funerales de su “amigo del alma, paisano querido y compañero de armas”, el general Álvaro Obregón, masacrado el 17 de julio de 1928 en el restaurante La Bombilla San Ángel, capital de la República. Quince días antes, con el apoyo de Luis N. Morones y el Partido Laborista Mexicano, “el pueblo con su legítimo voto” respaldaba a su PRESIDENTE ELECTO. Esa mañana, “uno de los varios verdugos” escuchó, comulgó y ayudó en misa, implorando que el arma a utilizar fuera bendecida, el tiro tenía que ser certero. Justo en la sien.

El joven caricaturista José de León Toral pasó varias semanas  buscando la mejor ocasión de cometer el magnicidio; a la mitad de ese día se trasladó al lugar del encuentro, nadie le objetó el acceso “colándose” hasta la mesa donde el de Siquisiva, Navojoa Sonora, se disponía a degustar un mole de guajolote acompañado de tortillas recién salidas del comal. Obregón, en calidad de presidente electo, sabía que su vida pendía de un hilo; todos los días su suerte era pronosticada por él y por las altas esferas políticas. El autor material, OFRENDÓ su vida por la “salvación de la patria”, cuidó todos los detalles, comprendió que el que tenía que morir era acérrimo enemigo del clero y no había de otra.

Por su parte don Plutarco conocía a la perfección los métodos del camarada Alvarito; sabía de su rudeza demostrada en el asesinato del presidente Venustiano Carranza y la condena que le imputó a Luis Cabrera. Calles fue enterado del aniquilamiento de Pancho Serrano y sus secuaces en la matanza de Huitzilac; descifró y asimiló el método de Obregón para eliminar a quien le estorbara,  de ahí la ejecución del “adoptado adalid coatepecano el General Arnulfo R. Gómez. En fin, percibió todas las encarnizadas maniobras que hacían distinto al reelecto.

En la asombrosa necropsia practicada al difunto general, se encontraron nueve orificios de bala de distinto calibre, pero sólo condenaron a un implicado. La muerte del caudillo, calificada de necesaria, le dio oportunidad a Calles de que al año siguiente fundara el Partido Nacional Revolucionario, el mismo que después de una década, don Lázaro Cárdenas denominó Partido de la Revolución Mexicana y el mismo que, en enero de 1946 don Manuel Ávila Camacho refundó como Partido Revolucionario Institucional. A esta fecha y con el aparatoso fracaso que sufrió en estas pasadas elecciones, sus dirigentes y militantes comentan que el dinosaurio está en etapa terminal, y aún desconocen cómo rebautizarlo si es que sobrevive. Cosas que pasan y es probable que seguirán pasando.

Amigos, Mateo 7,2 nos dice: “…y con la medida que mides, serás medido”. Nuestra nación, medida por la mafia del poder por más de ocho décadas, sacó su vara y con una contundente acción, recetó el adagio del recordado Mayaya: “a chillar a su casa… si da tiempo”

¡Ánimo ingao…!

Con el respeto de siempre Julio Contreras Díaz.

Escuche usted la versión de audio en la voz del «Jarochito»:

 

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