LA INSEGURIDAD NOS AZOTA
Uriel Flores Aguayo
Todos los días sabemos, vemos y padecemos actos de violencia en Xalapa y en el resto del estado de Veracruz; es una ola imparable que devora nuestra tranquilidad. Algo muy profundo se está manifestando, hay una coyuntura prolongada y las instituciones son insuficientes o incapaces, vivimos en una circunstancia crítica en materia de seguridad pública. La ciudadanía se empieza a expresar de muchas maneras, a veces tímidamente, otras ocasiones con vigor, pero se está haciendo cargo de sus problemas de robos, asesinatos, secuestros y desapariciones, entre otros tantos hechos de violencia de que son víctimas.
Sostengo la tesis de que una de las explicaciones del éxito de la violencia se debe a los vacíos, omisiones y hasta complicidades de las autoridades de seguridad y de los mandos políticos. No es una cuestión sólo de armas y elementos, hay que insistir en las labores de inteligencia. Es un asunto de voluntad política, de encarar el problema con independencia de puestos y asumir una postura de estado. Mientras los que deciden se la pasen cuidando las apariencias y los cargos es poco lo que resultará de sus acciones.
El contexto positivo en la ruta de la superación eficaz y tajante de la inseguridad es la democracia; sin ella todo será parcial y a largo plazo. La inseguridad en la sociedad sólo se podrá enfrentar con una ciudadanía fuerte, respetada y participativa; tal condición supone elecciones libres de las que surjan autoridades legítimas y confiables; una de las claves es la prensa libre que diga la verdad y de voz a las víctimas; también es indispensable la división de poderes para supervisar, calificar y revisar las actuaciones de las fuerzas policiales: no sirve, por ejemplo, que los diputados se la pasen aplaudiendo a los funcionarios, su papel útil y obligado debería ser el de vigilantes y canales de expresión de los ciudadanos; cuando los diputados avalan acríticamente a los funcionarios abandonan sus responsabilidades. Hacen falta reportajes amplios que den seguimiento y lleguen a la conclusión de casos trascendentes de violencia y darles un lugar prioritario a los familiares, amigos y ciudadanos que se movilizan.
El terror y la incertidumbre que estamos viviendo, de dimensiones inhumanas, debe ser comprendido objetivamente, ubicarse en sus tamaños, para dar los pasos en sentido positivo, de superación de este ambiente oscuro y degradante. Mientras el gobierno reacciona correctamente la sociedad puede y debe hacer su parte, reuniéndose, documentando, denunciando, exigiendo y creando fuertes redes de solidaridad. No se podrá evitar, hay que entenderlo, justicia por propia mano ni la autodefensa, esperando que sea temporal y no pase a mayores.
A más presupuesto y más elementos más violencia, en una contradicción casi inexplicable si no supiéramos de los modos de las autoridades: chambistas y de visión corta. Desde hace mucho, catorce años al menos, el requerimiento es de fuerzas profesionales de seguridad, que procedan con inteligencia y en respeto absoluto a los derechos humanos. Lamentablemente, para nuestras amenazas, poco se avanza y estamos en un acto circular, sin estrategia y con resultados demasiado raquíticos. No debemos seguir así, la cuota de sangre y tranquilidad que estamos pagando es muy elevada. El gobierno y los ayuntamientos deben hacerse cargo de lo que les toca en materia de seguridad pública. Los ciudadanos no van ni deben esperar para actuar en los agravios cotidianos, pero es en los procesos electorales cuando pueden hacerse notar con mayor efectividad, exigiendo cuentas y poniendo en su lugar a las malas autoridades.
Revisar estrategias, tener mandos competentes, capacitar en alta calidad a los elementos y ofrecer ventanillas permanentes a los ciudadanos es parte de la solución. Esta crisis nos emplaza a la urgencia, no admite demora ni pretextos. Sin exageración nos jugamos la vida en esta situación. No es cuestión politiquera, ni tema de lucimiento alguno, lo cual, de darse, resultaría inmoral. Es tal la amenaza que nos rodea, cumplida en mucha gente y en todo lugar, que han tenido que hacer algo, pero tarde y mal. Lo mostrado da poco resultados, es insuficiente. En ese sentido es inaplazable la revisión de la estrategia aplicada, con voces independientes de por medio.
Recadito: para esto y para más hace falta la oposición política; las comparsas son inútiles.
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