Especial

La maleta

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Juan A. Morales

 

Entré a bañarme pero dejé el celular en la cama, aunque desactivé el timbre parpadea cuando entra un mensaje y, éste que espero es importante, por lo que salgo enredado en la toalla, atrapo el aparato y me estremezco cuando siento la mirada de Rebeca en la espalda <<¿Me vas a dejar? ¡Habla claro!>>, no sé a qué se refiere pero no me da tiempo a contestar <<¡Te advertí! A mí nadie me abandona>>, azota la puerta y quedo hundido en la confusión. Leo en el whatsapp el mensaje “Mañana desayunamos en el Café Venecia” y la línea que se supone que yo escribí “Sí, mi Zorrita consentida” y además la respuesta inevitable “Zorrita, tu madre. Estás despedido”. Era la Directora de personal con quien negociaría mi ascenso.

Mientras me visto recuerdo que Lupe me espía desde hace tres meses y anota en una libreta todo lo que hago o lo que le digo. La semana pasada escuché que les decía a mi suegra y a mi cuñada —quienes llegaron de visita hace dos años y ya no se fueron— <<Él cree que soy tonta>> después se encerraron en su cuarto para no hablarme. Llevo un año trabajando de las ocho de la mañana a las cuatro de la tarde en la Compañía de Mensajería, donde solicité ascenso de supervisor a Jefe de distribución y, de las veinte a las veinticuatro horas soy chofer de mi propio taxi, lo manejo para no pagar un salario porque a veces no sale ni el costo de la gasolina. Si al menos mi cuñada trabajara, sería una buena ayuda.

Estoy colocándome mi gafete de taxista cuando ella regresa arrastrando una maleta, no sabía que iba a salir de viaje, digo para mis adentros y le reclamo <<Por tus malditos celos perderé el empleo>>, le muestro los textos del celular pero ella ni siquiera los ve <<Eso, tú lo sabrás>>. Me recrimino por haber dejado olvidado el teléfono sabiéndola tan metiche, si por eso no celebran las monjas, por curiosas —decía el padre Manuelito— aunque no entiendo bien la relación que hay entre la curiosidad y el misterio de la consagración. Me lleno de valor y vuelvo a la carga con el reclamo de los celos infundados pero me sorraja la puerta <<Idiota, cuando tú vas, yo ya vengo>>.

No sé por qué es tan irracional si yo vivo para complacerla, o será que adivina mis pensamientos, hoy soñé con mi novia de la prepa, pero tiene más de diez años que no la veo, o su hermana le calentó la cabeza porque antier que mi suegra fue temprano a la lechería, vi a mi cuñada salir del baño, pero no fue mi culpa, ella anduvo por el departamento de arriba a abajo con su batita transparente y cuando me notó nervioso preguntó <<¿Te pasa algo, cuñadito?>> y sin inmutarse aprovechó mi turbación para pedirme dinero prestado, se lo di porque ella es la única persona amable de esta casa. Si Lupe y yo pudiéramos tener un hijo, seguro que ella cambiaría su carácter, aunque quién sabe, las tres andan muy misteriosas.

Entra mi esposa echando chispas, me ordena que baje la maleta y que la meta al taxi, pero no me dice a dónde va tan elegante. Escalera abajo veo que mi suegra está en el comedor con una caja de galletas atada con un ixtle y se agacha apenada, cuando no la ve Lupe, mi cuñada me dice a señas que “no”, pero ya es tarde, mi esposa me da un documento para que lo firme <<Es un crédito para comprar un refrigerador>>, me dice, no me permite leerlo y se burla de mí <<¿O, es que el señor puede pagarlo al contado?>>. Molesto le firmo, arrastro la maleta, mi suegra va con la cajita, meto el equipaje a la cajuela y sale Guadalupe emperifollada —¿A dónde vas con esa maleta? —le pregunto y me ve con desprecio <<La maleta es tuya, a dónde vayas es tu problema. Aquí ya no vives>>. Y mientras camina por la banqueta me grita <<Voy al concierto, pero a ti qué te importa>> unos metros más adelante aborda el carro lujoso de su patrón que sale rechinando las llantas. Dolido me siento en la acera tratando de entender por qué el mundo se me está derrumbando.

Siento la mano de mi cuñada en mi hombro <<Se volvió loca>> me dice y escribe una dirección en un pedazo de cartón <<Te dije que no firmaras. Es tu divorcio>>. Mi suegra tienen a bien informarme <<Reunió evidencias de tu infidelidad. El abogado de la empresa tramitó el “Divorcio Necesario”>>. Estoy atontado y no puedo pensar qué debo hacer, mi suegra me entrega la cajita <<Para el camino —me dice— son tlacoyos>> y me palmea el hombro <<Lo vamos a extrañar>> Mi cuñada me abraza, me entrega el cartoncito con el domicilio de su prima y me cuchichea <<El lunes a las seis de la tarde, visitaré a Elvira, le hablé de ti, ojalá que ahí podamos saludarnos, ella prepara un café delicioso>>. Enfilo por el empedrado calle abajo, suspiro profundo y lejos de sentirme traicionado, me siento libre.

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