LA MINI GUBERNATURA Y EL PROGRAMA
Uriel Flores Aguayo
Una mini gubernatura no equivale a un mini gobernador, hay que aclararlo para no minimizar las aspiraciones y la personalidad de quienes van a participar en lo que parece inevitable: Una gubernatura de dos años. Sin obviar la importancia de las personas que participen en esa campaña, perfil y experiencia, habría que ir pensando en sus propuestas, en su programa de gobierno. Deberíamos ser muy exigentes con ellos en ese sentido; no aceptemos palabras huecas u ocurrencias, ni líneas inerciales y de simulación. De inicio se requiere un diagnóstico profundo y serio, que registre nuestra realidad sin matices, donde se pongan en blanco las circunstancias de nuestro estado, con sus debilidades y fortalezas.
Si esos datos, por dramáticos que sean, se asumen como el inicio de un nuevo rumbo para Veracruz, tratando de hacer algo útil y eficaz en esos dos años, serán bienvenidos. Del papel se tendrá que pasar a los hechos, con compromisos trascendentes, en una apuesta valerosa y profunda. Siendo corto el periodo de mandato, se tendrá que proceder con absoluta rapidez; eso implica decisiones fuertes y sacudidoras, al costo político que sea. No habrá tiempo para vacilaciones o para posponer las medidas de justicia y reordenamiento del estado.
Estoy convencido que cuenta mucho el perfil del gobernante, en tanto tenga voluntad, se defina coherentemente como demócrata, no sea faccioso y cuente con experiencia. Así será mientras concentre tantas facultades. Pero siendo casi determinante la personalidad del gobernante igual está sujeto a las reglas de un sistema que, de prevalecer tal cual, dificulta afanes reformistas y relega a un segundo plano al ejecutivo electo y a la ciudadanía. Siendo así, hay que fijarse en las características del aspirante y en sus ideas. No se debe separar la calidad del personaje de sus propuestas; no es cuestión de voluntarismo.
Veracruz se encuentra en un bache profundo, con serios problemas de todo orden; es grave la situación financiera y económica en lo general, la inseguridad nos sigue golpeando en un regular nivel, la información no fluye normalmente, los aparatos públicos de todo nivel son un estorbo, las elecciones no generan legitimidad, no hay equilibrios de poderes, la oposición se encuentra diluida y la situación social es crítica. No se puede aspirar gobernar a un estado en esas condiciones con las reglas políticas imperantes, con rollos, con visión administrativa y quitando a alguien para colocarse uno.
El reto es mayúsculo, inicia por el ejercicio democrático pleno: sufragio libre, equilibrio de poderes, pluralismo y desarrollo de las libertades; sigue, o paralelamente, con el orden financiero, utilizando el presupuesto para el gasto social y para generar condiciones de inversiones sanas. Del mismo nivel está todo lo referente a la legalidad y el estado de derecho, sin esos principios nada funciona bien. Hay que iniciar un proceso oxigenante de desmantelamiento del clientelismo para abrir paso a la construcción de ciudadanía, poco a poco pero con voluntad de ir en ese camino de dignidad y valor humano.
La apuesta tiene que ser alta, como visión y propósito, aunque realistamente se asuma que vamos a ir poco a poco saliendo del bache o pantano en que nos encontramos. Lo importante, creo que no hay de otra pero es mejor que se diga y se entiendan, es iniciar un proceso de reconstrucción del estado. Tiene que plantearse un proyecto amplio, más allá de partidos; la convocatoria tiene que ser muy extensa y suscitar los máximos consensos. Quien no vea eso prácticamente estaría perdiendo el tiempo y haciéndolo perder a nosotros, a Veracruz. La realidad social y política Veracruzana exige propuestas y salidas novedosas e inéditas. Seguir con los grillos, los simuladores y el vil partidismo es la mejor receta para el desastre.
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Recadito: Para avanzar en la implantación del MOPI- VER vamos el sábado a Martínez de la Torre.