Crónica Coatepecana

La Suspensión de los Cultos Religiosos

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(Tercera parte)

 

Dr. Jesús J. Bonilla Palmeros

Cronista de la ciudad de Coatepec

 

 

Aparte de la clausura de conventos y colegios atendidos por religiosos católicos, se emitió la orden del gobierno en lo referente a la expulsión del país de todos los sacerdotes extranjeros. Decreto que también es aplicado al propio Delegado Apostólico señor Jorge José Coruna, a quien se le solicita abandone el territorio mexicano el día 16 de abril, a casi un mes después de que había llegado como representante de su Santidad a México.

El día 24 de mayo se presenta otro incidente que acentuarán las ya debilitadas relaciones entre el Gobierno de México y la Iglesia Católica, cuando se presenta a declarar ante el Juez de Distrito el Obispo de Huejutla, monseñor José de Jesús Manrique quien expone su postura en lo referente a la negativa de que fueran clausurados los colegios católicos. La declaración ante el juez por parte del prelado, fue tipificada como un acto de desobediencia y se decreta su formal prisión, misma que se aplica parcialmente por el pago de la respectiva fianza y es obligado a permanecer en la ciudad de México.

Posteriormente  durante el mes de julio, el Poder Ejecutivo expide la Ley de Cultos, se prohíbe la presencia de sacerdotes en las capillas y los asilos, aparte de que se consignó a varios sacerdotes quienes se rehusaron a registrarse en las oficinas municipales. Por su parte la Secretaría de Educación Pública expide el reglamento de enseñanza laica para las escuelas particulares.

En respuesta a lo que consideraron como una serie de arbitrariedades y agravios a la Iglesia Católica por parte del Gobierno de la República, el Episcopado Mexicano anuncia la suspensión de cultos para el día 31 de julio, a través del siguiente pronunciamiento:

“Carta Pastoral colectiva al Episcopado Mexicano.

Nos los Arzobispos y Obispos que suscribimos a nuestros venerables cabildos, a nuestro venerable Clero Secular y regular, y todos los fieles de nuestra amada Diócesis; salud, paz y bendición de Nuestro Señor Jesucristo.

Venerables hermanos y amados hijos: En la imposibilidad de continuar ejerciendo el Ministerio sagrado según las condiciones impuestas por el decreto, después de haber consultado con Su Santidad Pío XI y obtenido su aprobación, ordenamos que desde el día treinta y uno de julio del presente año, hasta que dispongamos otra cosa, se suspenderá en todos los templos de la República, el culto público que exija la intervención del sacerdote.

Dejamos los templos al cuidado de los fieles, y estamos seguros que ellos conservarán con toda solicitud los Santuarios que heredaron de sus mayores o los que a costa de sacrificios construyeron y consagraron ellos mismos para adorar a Dios.

Fiad en nosotros, amados hijos, como nosotros fiamos en vuestra lealtad inquebrantable y todos confiamos en Dios. Esperemos mucho, dijo hace poco el Sumo Pontífice, a Nuestra Señora de Guadalupe. A veces duerme el Divino Piloto, pero siempre acude en el momento oportuno para consolar a los que en él confían.

Por último os impartimos de corazón nuestra bendición Pastoral en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Dada el 25 de julio de 1926”

Jamás pensaron los arzobispos y obispos que firmaron el pronunciamiento, la trascendencia de su decisión sobre la suspensión de los cultos. En razón de que si con ello quisieron presionar al Gobierno de la República para que diera marcha atrás en la aplicación de la Ley de Cultos, así como la modificación de los artículos de la Constitución Mexicana, relacionados con la religión. Lo único que lograron los dignatarios de la Iglesia Católica con su postura, fue el que las autoridades aplicaran con mayor rigor el reglamento y se diera inicio a un periodo muy difícil para la comunidad católica mexicana, al acentuarse la persecución religiosa, el desarrollo de la revolución cristera y la afectación al patrimonio sacro en los templos católicos.

(Continuaremos la siguiente semana)

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