Las corcholatas
Las corcholatas
Pedro Peñaloza
“Las improvisaciones son mejores cuando se preparan”.
Shakespeare
Una vieja tradición del sistema político mexicano
ha sido el monopolio del presidente para designar a su sucesor. Los mecanismos
para mover sentimientos y emociones eran emitir señales y guiños a los
suspirantes, mientras los medios y la clase política se decantaba y escogía
bandos. La discreción era un valor indispensable. La decisión final era
resguardada a piedra y lodo. Los cronistas de lo superfluo registraban todo
movimiento del presidente, querían interpretar miradas y preferencias. A ese
ceremonial vernáculo se le llamaba “tapadismo”.
Al enorme ejercicio del poder del ejecutivo federal
se le sumaba la potestad de asignar a su heredero. A diferencia de las viejas
monarquías y del mandato divino ya no se apelaba a vínculos de sangre,
simplemente se invocan poderes metaconstitucionales y discrecionales. Por
supuesto, toda esta construcción ideológica descansaba en la hegemonía del
partido (casi) único, que daba como hecho que el “destapado” sería el ganador
de las elecciones y seguro presidente.
Hoy, AMLO reproduce su ADN, lanza un pelotón de
nombres para sucederlo, sólo para engañar, al igual que sus antecesores, aunque
aquellos eran más discretos. Él ahora se autonombra como el “destapador” de las
“corcholatas”. Hacerlo precisamente ahora, cuando el país vive una crisis
múltiple significa mover los reflectores hacia este tema. Es muy obvio.
Ver y escuchar a Ebrard agachar la cabeza y hasta
agradecer al presidente que “los tome en cuenta” al nombrarlos, a Sheinbaum
comportarse como su empleada sumisa, ratifica que los usos y costumbres
dominantes están intactos. Ya el simpático Mario Delgado anunció que será por
encuesta la definición del candidato, con lo que se ratifica el dedazo, como lo
fue en las pasadas elecciones intermedias.
En tanto, el trepador Monreal seguirá haciendo
méritos para que el “señor” lo tome en cuenta, él ya se sabe el catecismo que
profesa la religión autoritaria mexicana, por eso ha sido muy taimado en sus
declaraciones. Morena no es distinto, es burdo y hasta grotesco. Hoy no habrá
“los sectores” que unjan al candidato, serán simplemente fanáticos que aplaudan
a rabiar lo que decida el habitante de Palacio Nacional.
Esta cortina de humo indica que AMLO está
desesperado, que carece de discurso y capacidad para encarar los desafíos
actuales. A tres años de concluir su mandato tiene al país incendiado, sin
resolver los pendientes de seguridad, económicos y sociales. Inventar,
prematuramente, la sucesión presidencial es un simple juego mediático que no le
alcanzará para eclipsar el desastre nacional. Lo único que podría lograr es
medir y exhibir los desfiguros de sus “corcholatas”.
pedropenaloza@yahoo.com/Twitter:@pedro_penaloz