LAS ELITES Y SUS HORMIGAS
Uriel Flores Aguayo
Por coyuntura se imponía escribir del proceso electoral en curso, pero hay tal desgano ciudadano, partidario y de los candidatos que se contagia un ambiente entre incrédulo, repetitivo y perezoso; opto por dejar que corra el tiempo, ya habrá oportunidad de volver sobre un asunto que debiera ser central y prioritario pero que, en cambio, se vuelve gris e intrascendente. Escribir es un esfuerzo que se sustenta en el privilegio de hacerlo pero también en una enorme responsabilidad; ser leído es compartir visiones y datos, con posibilidades de influir, por lo tanto, sin exagerar tampoco, se debe hacer con cuidado y aspirando a ser claro para dar elementos de juicio. Una sociedad normal, sana y democrática es la que delibera; para hacerlo requiere información y medios; ese diálogo es un intercambio colectivo, se pasa del uno al muchos, es cultura; se necesitan muchas voces en el espacio público, que hablen de todo, que opinen, critiquen, cuestionen, propongan y convoquen. Esa es una realidad con ciudadanos, con derechos, libres, que ven por sí y para los demás. Las campañas en marcha deberían plantearse esos retos, los medios abrirse a la sociedad y dejar de ser espejo del poder; igualmente crear un ambiente de debate, en el que se muestren los que quieran ser parte de la vida pública pero también la persona que lo desee.
Sin obviar los factores estructurales y el peso de las elites, los rezagos sociales y el control de la sociedad, entendiendo que transformar al sistema no es un juego, también hay espacio para lo sencillo, lo efectivo y lo personal; nunca debe dejarse para lo último, para la desesperanza, la apelación a las personas concretas en el momento concreto. Esperar lo radical, lo súbito y lo gigante está muy bien como utopía, ruta y congruencia, más en el discurso, pero igual debe abrirse paso a los ámbitos locales, a las personas que están a la mano y a objetivos prácticos.
Vivímos en un país abismalmente desigual y arbitrario, donde las elites hacen lo que quieren, pasan por encima de las grandes mayorías y echan su sombra y mal ejemplo sobre todos. Somos una sociedad con estructuras verticales de poder, con un autoritarismo que es el espíritu y el pegamento de todos los espacios y grupos. El voto se condiciona y compra, de ahí surgen las autoridades y los representantes que no sienten ningún compromiso colectivo, que se echan en brazos de los poderosos; es más, no es poco frecuente que unos y otros sean los mismos. En todo caso les preocupa su carrera, su ascenso y los beneficios que pueden obtener del cargo; con esa orientación pierde la gente, el pueblo.
Los poderosos, o no tanto, están arriba, en las nubes, y no se dignan a ver para abajo, menos a bajar. Su comportamiento es de elegidos, de autosuficiencia, de ser fatalmente designados para vivir así, como haciendo un favor para hablar a los que ven y tratan como inferiores. Si son candidatos andan a fuerza entre la gente, por un lapso breve, sólo esperando el cargo que prácticamente compraron para no volver a tener que tratar con el pueblo. Si son jefes de algo, privados o públicos, no se esmeran en absoluto para conocer y convivir con sus empleados. Los ciudadanos son una abstracción para quienes hacen todo para reforzar la desigualdad y la distancia abismal entre los de arriba y los de abajo.
Para los oligarcas y sus operadores políticos y de gobierno somos una masa anónima, somos carne de cañón; si es para un mitin o acto similar somos acarreados, montón de gente obligada a llenar la foto y a aplaudir a quien sea; si son policías y soldados son tropa sacrificable, reemplazable sin límite; si somos peatones, no importa, el auto va primero y no se queje, no se meta en problemas.
Esa realidad es la que vivimos, a veces sin saber de sus causas, sin afanes libertarios y cruzados de brazos, conformistas y hasta en omisiones y actos cómplices con esa situación negativa. Ese es el sistema a transformar por la vía electoral, la difusión, la participación variada de los ciudadanos y sobre todo una actitud de crónica resistencia. Para empezar es indispensable saber de esas condiciones, querer cambiar y hacer algo al respecto.
Recadito: El MOPI-VER convoca a un foro de candidatos, 30 de abril, y a la marcha del primero de mayo.