Pedro Peñaloza

Las lecciones de las elecciones

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Pedro Peñaloza

 

“Democracia con hambre, sin educación y salud para la mayoría,

es una concha vacía.”

Nelson Mandela

1. El voto de castigo y su relatividad. Hay un consenso entre los opinadores de que los triunfos del PAN, y en su dimensión, de Morena, son actos de protesta contra la gestión del PRI y del PRD, respectivamente. En sentido formal sí, sin embargo, lo que subyace es una elemental reacción de un electorado poco educado y muy volátil. Expliquémonos: la votación que cosechó Acción Nacional no necesariamente refleja simpatía por sus postulados programáticos, es más se puede afirmar, que la mayoría de sufragistas ni siquiera los conocen. Además, si escudriñamos un poco nos daremos cuenta que la visión económica y de la llamada seguridad pública que sostiene dicho partido es similar a la que reivindica el PRI. Así que, el voto de “castigo” no significa un cambio de rumbo en la gestión pública, sino que en realidad es solo un relevo de administradores.

Por lo tanto, debemos observar esta oleada panista desde una meseta amplia y panorámica, de no hacerlo caeremos en reacciones superficiales y facilonas. El PAN ha demostrado, de manera reiterada, como lo fue en los doce años de estancia en Los Pinos, que fue incapaz de trastocar las bases del clientelismo y del corporativismo, añejas bases del PRI; y si observamos el comportamiento panista frente a los temas policiacos y de procuración de justicia, hay una notable semejanza con los catecismos punitivos peñistas.

En lo que se refiere al voto de “castigo” en la Ciudad de México contra el PRD, favoreciendo a Morena, también habría que matizar su impacto real en las políticas públicas. Recordemos que el ADN de ambas formaciones políticas es el mismo, y ahora la disputa entre sus dirigentes es, por un lado, la reivindicación del echeverrismo tardío, encarnado por López Obrador; y en el otro flanco, un PRD que pretende ser una izquierda “moderna”, pero que en realidad termina siendo un agrupamiento “pactista”, deslavado y vacío de contenido
programático.

2. Definiciones y sueños para el 2018. El dirigente del PAN, el joven imberbe Ricardo Anaya, ha declarado con notable frescura y entusiasmo irredento, que con esta nueva geografía electoral la meta siguiente es “ganar las elecciones de 2018”. Está bien, que la euforia invada a este muchacho, está embriagado y ensoberbecido por estos resultados. Sin embargo, sería un error estratégico tratar de trasladar el escenario de unas elecciones intermedias a las presidenciables, como se sabe, tienen distintos detonantes y otras reacciones del electorado. El PAN supondría que puede regresar a Los Pinos teniendo como sustrato de su aspiración los elementos que le proporcionan la realidad actual: crisis económica, un Gobierno federal torpe y atrabiliario y un electorado sin memoria y enojado. Quizá está subestimando los recursos y los intereses que aún sintetiza el PRI y que de ninguna manera pueden ser subestimados en un análisis de correlación de fuerzas. Todavía falta tiempo para llegar a conclusiones absolutas.

Ahora bien, en el balance que este proceso arroja para la izquierda electoral (PRD y Morena), se ratifica que ambas fuerzas tienen raigambre en los estados sureños y escasa presencia en el norte del país. Este dato no es frívolo, lejos de ello implica un elemento central para calcular el triunfo en la elección presidencial sin contar con la simpatía de la mayoría del electorado nacional. “Lo que sigue, seguramente será la construcción de alianzas y sumatoria de fuerzas”. Los electores volverán a votar con pragmatismo, que nadie se engañe.
pedropenaloza@yahoo.com/Twitter: @pedro_penaloz

 

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