Entre Columnas

Las manifestaciones

Comparte

Martín Quitano Martínez.

mquim1962@hotmail.com

 

No niego los derechos de la democracia;

pero no me hago ilusiones respecto al uso que se hará de esos derechos 

mientras escasee la sabiduría y abunde el orgullo.

Henry F. Amiel (1821-1881) Escritor suizo

 

Regular las manifestaciones en Veracruz se ha vuelto una exigencia para muchos, entre los que se incluyen los que también reclaman desregular las actividades de potestad y control estatal. Se trata de una discusión viciada por el ruido de la intolerancia que pretende pasar por encima de la legitimidad de muchas de las manifestaciones que van surgiendo como forma de rechazo a la cotidiana impunidad, a las vivencias de pobreza y marginación cada vez más presentes, cada vez más profundas.

Es preocupante que la crisis de representación presente en las movilizaciones, origine que sean descalificadas por igual: ninguna vale la pena, todas son manejadas, todas están bajo sospecha; se tasan igual los cuatrocientos pueblos que las defensas ambientales, los cardenistas con los cafeticultores. El meollo del asunto es que pueden ser parecidas pero no todas las manifestaciones en la calle son iguales, ni en comportamiento ni en dirección, no son iguales en representación ni tampoco en origen, solo son coincidentes en que son grupos de personas que salen a la calle a protestar e interrumpen el tráfico vehicular.

Habrá que levantar un poco la vista para observar que la maduración de los agotamientos contra las manifestaciones es estimulada desde las oficinas que promueven a muchos de los grupos que ocupan las calles, apretando el descontento social para esgrimir y legalizar la represión que tanto les favorece para aplicarla a los que están en contra de sus intereses facciosos.

El juego político de los que gobiernan se encamina hoy más que nunca a la derrota de la ciudadanía y de la lucha social, la cual se acrecienta cuando los argumentos del poder se apoyan y se acompañan de los señalamientos de parte de una opinión publica manipulada, desinformada o tendenciosamente informada. La sociedad demanda del gobierno –dicen-, mano dura contra los que se manifiesten y entorpezcan la vida social, las buenas costumbres o la vialidad.

El arrinconamiento de las demandas en personajes y organizaciones de incuestionables, conocidos y nefastos comportamientos, han desvinculado el reconocimiento y apoyo de amplios sectores sociales a cualquier movilización, por muy legítima que sea. La sospecha, la descalificación, la presunción de manejos distintos a las arengas, son puestos siempre en la mesa de las opiniones sociales.

En una sociedad como la nuestra nada puede ser visto con el beneficio de la duda para el reconocimiento positivo, es mucho más fácil suponer lo negativo, es demasiada la historia de las suciedades que se han jugado como para suponer que puedan darse condiciones para movimientos en contrario. “Todos son iguales”, “piden tan solo dinero para los dirigentes”, “son mecanismos de presión de entre los grupos políticos”.

El desgobierno existe, es calculado y movido como pieza de ajedrez y/o es producto de las componendas pero también de las incompetencias; la ingobernabilidad es realmente existente, tratando de esconderla con la aseveración de que lo que acontece en la entidad “es porque existe un Veracruz vivo”, soslayando en hecho de que en origen nos enfrentamos a un profundo  deterioro institucional y un hartazgo social.

Los grandes y graves problemas continúan allí, los movilizados reciben poco o nada que no sean los frutos de las viejas prácticas, entre los engaños y los dejarse engañar, entre las despensas y las construcciones de fortunas, entre las legítimas demandas y reclamos, el manejo y la vendimia, entre todo ello la ineficiencias y la corrupción.  La complicación del juego no está primordialmente en las manifestaciones, sino en el origen de muchas de ellas, en el tratamiento de los problemas e intereses que las originan, que las manejan.

Sin embargo, la discusión de las manifestaciones pretende visualizar únicamente el árbol sin abarcar el bosque. La libre manifestación es un derecho, es un ejercicio democrático que debe ser cuidado, aunque la miseria democrática de nuestra clase política lo haya trastocado, rebajado y utilizado. Protejamos nuestro derecho a disentir.

DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA

Libertad Veracruzana A.C. dice bien, “El Estado es de todos, recuperemos Veracruz”.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *