Leer (II)
Leer (II)
Por René Sánchez García
Los libros y su lectura promueven
la conversación. Ese diálogo íntimo y silencioso entre personas (autor y
lector) que nos permite descubrir cosas nuevas, desconocidas e interesantes.
Aunque suena un poco exagerado afirmar que esto hace libres a las personas,
pero sí algo es buen cierto es que las lecturas ayudan a que se realicen
discusiones, razonamientos y reflexiones personales y de grupo, si esto sucede,
entonces estamos hablando de otro nivel más alto de inteligencia que a muchos
nos les conviene que suceda y se extienda, pues pone en peligro sus intereses
que nada tienen que ver con la cultura.
Si a
los diferentes niveles de lectura (deletrear y reconocer una palabra, entender
una frase completa, etc.) le agregamos las funciones mentales de contarlo,
explicarlo, discutirlo, cuestionarlo, entonces estamos pasando a otra dimensión
de entender la vida, despejando todos esos porqués que nos preocupan tanto para
seguir adelante en la vida. Para leer no se necesitan estudios universitarios,
solo hace falta la necesidad, o más bien, la curiosidad de saber más del mundo,
de la ciencia y la tecnología y de las cuestiones de la vida humana.
Después
de esa serie de lecturas “obligadas” de la escuela, la profesión, el trabajo y
la práctica de la fe religiosa, siempre debemos buscar el espacio propicio para
leer por placer, por gusto y porque no, de eso que no nos deja dormir. Que
importa si leer se convierte más tarde en una pasión o hasta en un delicioso
vicio. Ya lo dijo Miguel de Cervantes en su Quijote de la Mancha: “Soy
aficionado a leer, aunque sea los papeles rotos que me encuentro en las
calles”. Por ello siempre debemos leer y enseñar a otros este placer que nos
regala la vida a través de la palabra escrita.
Todos
nos debemos apartar siempre de todo aquello que nos disperse o nos pierda, como
la superficialidad, la euforia, la ira y la depresión, pues ellas debilitan y
oscurecen la inteligencia. Es más saludable el trabajo diario de estudiar con
seriedad, esto es, comprendiendo, ordenando, clasificando, sintetizando,
deduciendo y analizando contenidos mediante el hábito de escuchar y de leer
atentamente a los autores y los libros, pero también a nuestros maestros.
Ya lo
dijo alguna vez Paulo Freire: “La comprensión de un texto no es algo que se
recibe de regalo, exige trabajo paciente de quien se siente problematizado por
lo que lee. El estudio no se mide por el número de páginas leídas en una noche,
ni por la cantidad de libros leídos en un año. Estudiar no es un acto de
consumir ideas leídas, sino de crearlas y recrearlas”.