LEY DE LA SELVA EN VERACRUZ
LEY DE LA SELVA EN VERACRUZ
Por Uriel Flores Aguayo
Hace
tiempo que padecemos en Veracruz hechos de extrema violencia. Son ya varios
sexenios gubernamentales que llevan registro de crímenes y espectaculares actos
de sangre. Estamos hablando de un lapso largo, de unos cuarenta años, con
recrudecimiento en los últimos diez y seis años. La mayoría de esos periodos
violentos se dieron con administraciones del PRI; después un par de años
respectivamente para el PAN-PRD y Morena. Estas persistentes olas de terror no
tienen color partidario, son realidades de carácter estructural. Un Gobierno,
el que sea, sin la visión adecuada, hará algo, poco o mucho, pero casi
seguramente estará rebasado por los acontecimientos. Es peor si es omiso o
tiene explicaciones erróneas para este fenómeno; y todavía peor si hace política
partidista en torno a los asuntos de la seguridad.
La
sensación social, registrada en las opiniones ciudadanas, en medios de
comunicación y en la deliberación pública vía redes sociales, es de miedo y
orfandad. Si bien se han normalizado los asesinatos entre nosotros, vistos como
algo cada vez más común, no deja de generar preocupaciones e inquietudes
colectivas que se expresan activamente de muchas maneras. No se aprecian
capacidades institucionales suficientes para hacer frente al crimen. Las policías
preventivas y ministeriales parecen no atender estos fenómenos con la seriedad
requerida. Sigue siendo una asignatura pendiente contar con cuerpos policiales
profesionales, respetuosos de los derechos humanos y dotados de recursos tanto
de inteligencia como tecnológicos para tener eficacia y modernidad.
Los
asesinatos de hoy y ayer, de antier y antes, en horas de la mañana, en
lugares públicos, contra quien sea, nos colocan en una situación de claro
salvajismo, de ausencia de leyes y autoridad. Es un desafío impune. Es la señal
de crisis institucional. Es la muestra de que algo anda mal en los niveles de
Gobierno, que muchas cosas no funcionan. Las matanzas en las calles y que se
arrojen cuerpos en las esquinas es de terror y un duro cuestionamiento a la existencia
de Gobierno. Ante esos hechos no vale contar con leyes, tribunales, fuerzas
armadas, cuerpos policiales, legisladores, cabildos, partidos, elecciones,
etc.; o, al menos, no es suficiente contar con todas esas estructuras y
espacios de poder si no pueden impedir asesinatos al estilo de países sin
Estado de derecho como Haití, Honduras, Palestina y varios países africanos. En
esas naciones dominan los grupos irregulares, las pandillas y los capos.
Guardando las proporciones nos parecemos mucho a esos países, dicho con todo
respeto.
En
México hay antecedentes de experiencias de éxito en el combate a los grupos
crimínales. Es el caso de la región de la Laguna, entre los Estados de Coahuila
y Durango, tal y como lo han estudiado en el Colegio de México. La fórmula
aplicada allá se basa en la convergencia de compromisos y recursos entre las
autoridades de los tres niveles, los empresarios y la ciudadanía. Con
presupuestos suficientes, inversión privada, mandos únicos policiales y el
involucramiento activo de la ciudadanía han logrado superar razonablemente los
niveles de terror que vivían hasta hace unos cuantos años. Algo similar se
debería intentar en Veracruz. No debemos conformarnos ni ser fatalistas, si hay
soluciones. De entrada, habría que saber si se cuenta con el diagnóstico
completo sobre la inseguridad en nuestro Estado, si están organizados para
hacer frente a las bandas delincuenciales, si están dialogando con la sociedad
civil, si mantienen abierta la información a los medios de comunicación, etc…
Hay
algunas dudas sobre la aptitud y la actitud gubernamental para cumplir con la
obligación elemental de brindar seguridad a la ciudadanía. Y esas dudas surgen
al ver el absurdo manejo partidista que se ha dado a asuntos de seguridad, el
manejo de la Fiscalía y los mensajes de los principales funcionarios que no
salen de los lugares comunes. Deben ganarse la confianza y abstenerse de
simular o maquillar una realidad que estremece a la sociedad. No pueden ni
deben tapar el sol con un dedo.
Recadito: lamentablemente las
cúpulas locales de Morena no se diferencian en nada de los viejos partidos,
excepto en el color.