LO QUE CALLAMOS LAS Y LOS DOCENTES*
LO QUE CALLAMOS LAS Y LOS DOCENTES*
René
Sánchez García
Hoy es
viernes 27 de septiembre de 1989. Llego al salón de clases en mi horario de 12:
40 a 14: 10 horas. Son dos horas que dedicaré a la asignatura de Antropología
General en el grupo 501 del bachillerato. Desde mi llegada noto el cansancio de
las alumnas y los alumnos, que es igual a lo que siento en este momento. Me
toca desarrollar el primer punto de la segunda unidad del programa de estudio y
del libro de texto. El tema es la teoría del Evolucionismo, por lo que he
planeado hablar un poco de Carlos Darwin, así como de los primeros antropólogos
ingleses que lo fundamentaron en el siglo XIX.
El material que he decidido
trabajar para esta sesión es el primer capítulo de la Biblia (Génesis) para
conocer el origen del hombre, también las leyendas del libro de los Mayas
llamado el Popol Vuh que habla de la creación de los primeros hombres de maíz,
y finalmente las páginas 17, 18 y 19 del libro de texto oficial. Me preocupa el
tiempo que he perdido por diversos motivos y que pueden provocar no terminar
con las 5 unidades. Suspendo el pase de asistencia y paso una hoja en blanco
para que anoten sus nombres. Los chicos me han pedido acorte la duración de la
clase a 80 minutos, a lo que accedo para mantener el interés.
Anoto en el pizarrón un
diagrama que me servirá de guía. Inicio la sesión preguntando qué entienden por
Evolución. La respuesta es el silencio total, salvo una chica que dice que “es
el desarrollo histórico o las etapas de algo”. Les aclaro el concepto en el
pizarrón y les pido subrayen dos párrafos de la página 17 de su libro. Acto
seguido los cuestiono sobre qué entienden por teoría, la respuesta grupal es
igual a lo anterior. Les prometo que en la próxima clase del lunes hablaré
acerca de cómo se forma una teoría y su funcionalidad en la ciencia. Me
preocupa que a un semestre de terminar el bachillerato tengan vacíos
conceptuales de este tipo.
Leo algunos párrafos o
versículos de la Biblia y del Popol Vuh y les hago notar ciertas similitudes,
mismas que cotejamos con subrayados en su libro de texto. Para estos momentos
son las 13:00 y noto en mis alumnos los rostros de desear salir del salón.
Dirían los conocedores: “Es viernes y el cuerpo lo sabe”. Esas expresiones de
cansancio y aburrimiento me descontrolan y me hacen pensar en el difícil papel
de las y los docentes en sus aulas, desde el Jardín de niños hasta la
Universidad; pero más en mi situación laboral desde hace 11 años en esta
escuela, donde no he podido llegar a tener siquiera un medio tiempo. Siento que
mi Sindicato no me toma en cuenta y que debí ser comerciante y no profesor.
Recuerdo que es día 27 y que
es probable que el lunes o el martes cobre mi quincena salarial. Son sólo tres
o cuatro días los que faltan, pero saliendo visitaré a un amigo para conseguir
algo de dinero. Me ubico de nuevo en mi clase. Ya son las 13:20 horas y a los
chicos los tengo ocupados con un pequeño dictado y subrayando su texto. Cada
vez que hablo de la Antropología me vienen a la memoria mis profesores de la
Facultad y en especial mi tocayo René Cabrera Palomec, quien, en verdad, aparte
de ser un excelente docente, es una enciclopedia viviente de información sobre
esta ciencia humanística del hombre. Se escucha el timbre de las 13:20, estoy a
un poco menos de media hora de terminar mi sesión aúlica.
Una niña levanta su mano y me
pregunta si haremos el viaje de estudios a las zonas arqueológicas de Cempoala
y el Tajín en Papantla. Le contesto que la tengo programada para la segunda
semana del mes próximo. Otro alumno opina que, si viajamos temprano a dichos
lugares, podría ocuparse la tarde para ir a una playa cercana. Mi respuesta es
que primero debo hablar con los padres de familia. El tema de la excursión me
lleva a perder casi 15 minutos, que me hace truncar la continuidad del tema de
la Evolución, pero me devuelve el interés de todos esas niñas y niños
aburridos. El tiempo prometido se agotó y les digo que salgan y que nos veremos
el lunes de 10:00 a 10:50 horas.
Aprovecho éste espacio para
enviar una felicitación sincera y un caluroso abrazo a todos y cada uno de las
profesoras y profesores en su día. La labor de los docentes no es un trabajo
cualquiera, es ante todo una profesión que no tiene límites, es un compromiso
social eterno con los seres humanos, es una manera particular de transmitir
conocimientos y crear nuevos saberes de todo tipo, es un don especial que evita
caer en fanatismos y así poder transformar el mundo.
· Este texto inicial formó parte de un trabajo
sobre Etnografía Educativa.