Los Cienfuegos que vienen (I)
Los Cienfuegos que vienen (I)
Por Pedro
Peñaloza
“En este
momento, México es el centro del mundo.
Es el país que está experimentando con más
violencia las contradicciones del capitalismo.
Allí se hacen negocios con la cocaína por valor de
muchos miles de millones.
El dinero se lava luego en los mejores bancos de
los Estados Unidos”.
Roberto
Saviano
El presidente López Obrador no
logra todavía tener una narrativa coherente de la mecánica del arresto del ex
secretario de la Defensa Nacional. Un día dice que ya sabía de la posible
detención y, en otro, exige a los vecinos del norte que le informen. La
inconsistencia es patética.
Hablemos de historia. El
golpe atestado a la credibilidad del Ejército, con la detención de Salvador
Cienfuegos, ha puesto, de nueva cuenta, al descubierto los añejos circuitos de
complicidades entre la clase política mexicana, la DEA, la CIA y los diversos
grupos de narcotraficantes. Este trinomio se desarrolló y reprodujo
durante años. Todos ganaban jugosos ingresos económicos y una relativa
estabilidad nacional.
El papel que han jugado las
agencias estadounidenses es más que evidente. Simulaban “fuertes golpes al
crimen” en territorio mexicano, pero, en realidad, dosificaron sus acciones,
pactaron y escogieron interlocutores. Su intervención era permitida y
avalada por los grupos en el poder. A cambio, México conseguía la
“aprobación” como país que luchaba contra las drogas.
Desde el imperio construido por
Félix Gallardo y su “Federación”, la múltiple red de protección se convirtió en
el instrumento preferido para premiar o castigar a grupos delictivos. La
CIA y después la DEA acompañaron todos estos procesos, con autorización de
altos funcionarios del Departamento de Justicia. Así, la autollamada
“Federación” impulsó el crecimiento de los hermanos Arellano en
Tijuana; Amado Carrillo, el “Señor de los Cielos”, en Ciudad
Juárez; del “Güero” Palma en Sinaloa; Ernesto Fonseca, “Don Neto”, de
Caro Quintero, y Juan José Esparragoza, “El Azul”, entre otros, los cuales
crecieron y se expandieron bajo la protección del gobierno (incluso, disponían
de credenciales de la tenebrosa Dirección Federal de Seguridad).
Fue el asesinato del agente de la
DEA, “Kiki” Camarena lo que deterioró, momentáneamente, las relaciones con el
narcotráfico. Sin embargo, a raíz de la detención de Gallardo, se presentó
una nueva correlación de fuerzas. Emergió el “Chapo” Guzmán, el “Mayo”
Zambada, Amado Carrillo, entre otros, como las nuevas cabezas. A la par,
la atomización de los grupos fue complicando los pactos que se hicieron con los
jefes anteriores. El acuerdo con el gobierno era respetar territorios y
evitar la violencia. La DEA también entró al acuerdo, aunque con un nuevo
ingrediente, la Marina, ahora, su fuerza confiable.