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LOS COLORINES

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LOS COLORINES

Por Rafael Rojas Colorado

No sé qué día es hoy, perdí la noción del calendario, pero me persuade la sensación de escribir. Preparo mi lápiz, en una pequeña mesa acomodo la libreta. Es una mesita de madera fresca, todavía expulsa la sabia de su juventud, tal vez tenía derecho de seguir viviendo donde germinó su vida, ya poco importa eso, sino que me sea de utilidad, al menos eso es lo que espero. Hoy es el primer día que trabajo sobre ella, espero que sea paciente y fiel confidente, compañera de aventuras, estoica al dolor, pero, sobre todo, comprensiva y me despierte la inspiración.

Ignoro que estoy escribiendo, una carta, un relato, un cuento, poesía o quizá simplemente palabras sueltas, algo debe de fluir de mi interior, espero que estas líneas alguien las pueda leer. Así es la escritura, anida sentimientos, emociones, ideas y fantasías de quien la crea, a veces resulta inexplicable que nadie se anime a asomarse por esas ventanas para mirar diversos paisajes mudados en letras.

El primer surco de letras me conduce con armonía al corazón del campo, el vuelo y el trinar de los pajarillos es un canto a la vida, el verdor de la floresta comparte la tranquilidad. Los pensamientos solo los perturba el aire, las voces las pierde el eco en la lejanía y se aspira el perfume del vergel. Es un día vestido de azul, me veo en medio del verdor de las milpas, son hermosas, prodigiosas, inspiradas por la mano de Dios a través de la naturaleza, no cabe la menor duda. Me lastima el alma verlas invadidas por asquerosos gusanos, antes fueron profanadas por una manada de borregos pastando a sus anchas; en ese momento me dispuse a combatir una plaga de grillos, no se trataba del grillo músico del campo, sino de los que hacen el mal, se alimentan de las hojas y mutilan la milpa ¡muerte a ellos!  Sigo caminando y llego a un ensoñador techo de lámina que protege del sol y la lluvia, además, una mesa-comedor circundada de pequeños troncos de árbol caído que sirven de sillas y sillones para el descanso, bracero, agua y a cierta distancia un improvisado baño para desahogar las necesidades fisiológicas.


Es un día de convivencia con el campo, aunque se nota que la finca fue devastada, muchos árboles de diferentes clases siguen de pie, pues la sombra es necesaria.


El terreno es inclinado, se aprecia el paisaje hacia abajo y hacia la parte alta. Tarros jóvenes entrelazan el lindero. Como ya lo expresé, este lugar persuade el misticismo, es propicio para encontrarse a sí mismo y comprender como germina la vida silvestre lejos del tráfago de la ciudad. La tierra es bendita, pues es fértil y embellecida por el trabajo del hombre, brinda sus frutos, calma el hambre y la sed, el espíritu rejuvenece. Es un espacio que no se desea abandonar porque el tiempo no tiene prisa, el viento mece el follaje esparciendo cierta musicalidad que deleita al oído humano.

Hoy es un día campirano, parece un sueño del que no se desea despertar, es un entorno verdoso en contraste con el azul del cielo, ciertas nubes esparcidas intentan tapar al sol, pero no presagian la lluvia, la tranquilidad fluye por los poros del huerto, allí todo respira porque hay vida. Claro está que resulta imposible el renunciar a una comida campestre, el estómago lo exige, pero el paladar queda más que satisfecho.

El sol ya está cansado de brillar, la tarde pardea y todo indica que es hora de regresar a casa. En un morral guardo mis pertenencias y me encamino a la salida, cuando piso el camino real vuelvo el rostro para despedirme de ese lugar de ensueño en el que pasé un día maravilloso, y advierto un letrero que no vi al entrar: LOS COLORINES, suspiro y comienzo a caminar en dirección a la ciudad.

Bueno, el relato ya finalizó, pero brevemente le voy a contar la procedencia de mi mesita, la preferida. Es un pequeño tronco de árbol caído del que me enamoré a primera vista, lo solicité y me fue concedido, lo improvisé como una mesita de trabajo, estas son mis primeras líneas que trazo sobre ella, además, es una huella del vergel de ese rancho que siempre me estará recordando un día inolvidable compartido con la familia.

rafaelrojascolorado@yahoo.com.mx