Crónica Coatepecana

Los Jorongos de Ayahualulco

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CRÓNICA COATEPECANA

Dr. Jesús J. Bonilla Palmeros

jesus_bonilla1@hotmail.com

 

Entre las prendas que formaban parte de la indumentaria distintiva de los varones hasta mediados del siglo XX en la región, destacan los jorongos manufacturados en la localidad de Ayahualulco, lugar desde donde se distribuían hacia los diversos pueblos de la región veracruzana, entre ellos Coatepec, así como en otros municipios del estado de Puebla.

La manufactura de los jorongos iniciaba con la trasquila de los borregos, el lavado de los vellones con la raíz del amole para eliminar la suciedad y grasa que le da el clásico olor al pelambre de las ovejas. Ya limpias las fibras se escarmenaban manualmente, eliminando los cardos y restos de basuritas que se le hayan adherido al vellón cuando el borrego se internaba en el monte, a la par de separar también las fibras por su color natural.

Después de escarmenada la lana, se entregaba al cardador, quien pacientemente repasaba porciones de fibras por las cardas, pequeñas paletas rectangulares de madera con mango, que en una de sus caras presentan hileras de alambres y cuya función es la de alinear las fibras en una sola dirección. Ya repasada la lana en las cardas se despegaba de las mismas y quedaban pequeños rectángulos de fibras esponjadas.

La lana escarmenada se entregaba en pequeños “pancles” a la persona que se encargaba de hilarla, quien con la ayuda de un malacate de madera iba tomando las delgadas capas de lana cardada con las que alimentaba el instrumento, al tiempo que estiraba las fibras y giraba para ir torciéndolas. De esta forma se torcía el hilo que denominaban de “pie”, el cual corresponde a las hebras que corren a todo lo largo de la tela (urdimbre). En el caso del hilo que hacía las veces de trama y es el que corre a lo ancho de la tela, se caracterizaba por un torcido más suave, aparte de que era más grueso al denominado de “pie”, dicho hilo de hacía con la ayuda de una rueca de madera las más antiguas, a diferencia de las últimas que se manufacturaban con la rueda de una bicicleta.

Un rasgo distintivo de los jorongos, era el incluir una cenefa de color café natural en las orillas de la prenda, aparte de una ancha banda escalonada en el contorno de la abertura de ojal que enmarcaba el cuello. A diferencia de los más apreciados que en lugar de color café, llevaban las cenefas en lana teñida con azul añil.

Mencionaba don Cruz Colorado que para teñir la lana se elaboraba una tintura con el polvo añil, tequesquite (variedad de sal mineral), la planta denominada tlapalxihuitl, penca de maguey, y orines de niño. El tinte obtenido permitía obtener un azul rey intenso que por más lavadas a la prenda, nunca se decoloraban o se perdía el color de las fibras así teñidas.

Había otro tipo de jorongo de tipo jaspeado en el que se combinaba el color café natural de la lana con el blanco, y para obtener dicha apariencia, se combinaban previamente en la rueca una hebra de trama en color café con una blanca.

Ya listas las madejas de hilo, se preparaba la urdimbre con el hilo más torcido (pie) y se “montaba” en el telar de pedales, aparte el hilo de trama se enrollaba en pequeños y cortos tubos de plástico, mismos que se insertaban en la lanzadera de madera que corría a todo lo ancho del telar.

El tejido en el telar consistía en ir subiendo o bajando los hilos pares y nones de la urdimbre, mismos que se controlaban por medio de los pedales que operaba el tejedor, al tiempo de que se cruzaba el intercalado de los hilos de la urdimbre con la lanzadera que permite desplazar el hilo de trama a lo ancho del tejido. Cuando se terminaba de tejer el lienzo, se procedía al anudado de los hilos que conformaban el entorchado de los extremos de la prenda y con una carda ya desgastada se le pasaba superficialmente al lienzo, con el fin de que afloraran las fibras y le dieran un aspecto afelpado al jorongo.

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