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MANDELA: UNA HISTORIA INCOMPLETA

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Pedro Peñaloza

“No neguemos nada; no afirmemos nada; esperemos”.

Arthur Schopenhauer

1. El flash subyugante y embaucador.  Ahí estaban 91 Jefes de Estado, «personas inminentes», entre estrellas de rock, supermodelos y la elite política africana. El estadio de Soweto hospedó a todo tipo de especímenes, hermanados por la foto y el gesto publicitario. Pocos sinceros y auténticos. Eso sí, los asistentes, los negros y unos blancos, bailaban y se divertían. Quizá porque saben o intuyen que desde que nacemos empezamos a morir.

Uno se tiene que preguntar, ¿qué hacían ahí Obama, Castro, Tony Blair, Gordon Brown, John Major, Sarkozy y Peña Nieto? ¿Qué los une a los planteamientos generales de Nelson Rolihlahla Mandela? En realidad nada, la desmemoria, el cinismo y el oportunismo se mezclan para recrearse y reproducirse. No hay visión de espejo retrovisor. En los funerales todos los gatos son pardos.

2. La mitología y la maleza son cegadoras. Que Obama y Castro se den la mano en dicho evento, provoca que las derechas continentales levanten la ceja, para ambos personajes es simplemente un «detalle diplomático», y hasta Castro dice «civilizado». Poco se habla de lo que representan ambos. El primero, sintetiza a un régimen expansionista, hegemónico y represor de migrantes (su administración tiene el record de compatriotas expulsados de Estados Unidos), aunque, como en México, lance discursos simplones y sentimentales; el segundo, representa a un gobierno antidemocrático y dictatorial. Los Castro no han tenido empacho en reprimir a las oposiciones en Cuba, pretextan el bloqueo norteamericano para mantener un clima de vigilancia enfermiza y de restricción de libertades básicas. ¿Qué los une a Mandela?

3. Un abordaje histórico puede ayudar. Poco se habla de la génesis del apartheid (separación de negros y blancos), y es pertinente escribir algunas líneas acerca de ello. ¿Por qué pudo Sudáfrica sostener medio siglo el apartheid? El régimen justificó la separación de razas proclamando «la igualdad en la diferencia» con lo que se suponía que blancos, negros y mestizos gozarían de las mismas oportunidades, pero cada bloque alejado en containers rigurosamente vigilados. Y esa permanencia en el tiempo se explica también por qué la URSS pugnaba en los años 70,s por establecerse en África, lo que hacía especialmente valiosa la base de Simonstown, vigía privilegiado en el cabo de buena esperanza, a horcajadas entre Atlántico e Índico, y ruta de los grandes  petroleros que por su calado no podían atravesar el Canal de Suez.

Cuándo la Unión Soviética se aplicó la eutanasia (1989-1991) Pretoria dejó de ser esencial para Occidente, y Nelson Mandela, auxiliado por un jefe de gobierno ilustrado, F. W. de Klerk, que lo libró en 1990 de la cárcel, estaba allí para recoger el testigo de la democracia sin distinción de razas (El País. 11/dic/2013. Págs. 6 y 7).

4. ¿Todo muerto es un héroe? Hablemos con admiración, pero con realismo. Por supuesto, que el fin del régimen de apartheid y el paso a un sistema de «una persona, un voto» fue sin duda una gran victoria. Permitió el acceso al poder del Partido del Congreso Nacional Africano (ANC, por sus siglas en ingles), y de Nelson Mandela a la presidencia de las elecciones de 1994. Pero esto no cambió la injusta distribución de la tierra, las minas, la industria, el sistema bancario y financiero, así como las telecomunicaciones. Todo quedó en manos de la minoría blanca. A la fecha, el 87 por ciento de la tierra de Sudáfrica está en manos de blancos, mientras que los recursos del subsuelo están bajo el control de las empresas transnacionales. La llegada del neoliberalismo ha consolidado el régimen de explotación y para la mayoría de la población las condiciones materiales de vida hoy son peores que las que había con el apartheid (Alejandro Nadal. La Jornada. 11/dic/2013).

pedropenaloza@yahoo.com

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