Manual para dejar de ser un político robotizado (Parte I)
Alejandro García Rueda
Caminando por la calle, alguna vez una lectora me dijo que no estaba familiarizada con las redes sociales, me comentó que primero necesitaba saber más de ellas para tener más claros los temas que abordaba en mis primeras contribuciones. No sabía nada de Facebook, Twitter, Google Plus y mucho menos de LinkedIn; quería respuestas, así que me detuve a responderle.
-Puede verlo así: Las redes sociales son una plaza pública en donde aunque tal vez algunas personas no se conozcan entre sí, pueden compartir ideas e información y, como suele suceder en espacios como restaurantes o bares, lugares que gozan de una gran concurrencia, a veces también insultos y críticas.
-Unos dicen que son buenas y otros que son malas ¿a quién le creo?, prosiguió.
-Déjeme ponerle otro ejemplo, las redes sociales son también como lo que consume en su dieta diaria: Si elige bien a quién seguir y/o decide correctamente cuáles serán sus fuentes de información, entonces no dejará entrar nada tóxico; por lo tanto, las redes sociales serán, más que un maleficio, un beneficio para usted.
El tiempo, que imparable sigue su curso, no me dejó ahondar más al respecto; cada quien tomó su camino tras una breve despedida y mientras la mujer aceleraba el paso, pensaba en aquello que no pude transmitirle: Las redes sociales pueden ser una forma impersonal de conocer a una persona. Inclusive en algunas ocasiones alguien resulta mucho más interesante a través de su perfil en estos espacios digitales de lo que es en la vida real.
Ha pasado algún tiempo desde nuestro último encuentro, cuatro años para ser exactos pero hoy la anécdota sigue aportando luces. Las redes sociales comenzaron siendo un medio y terminaron convirtiéndose en una herramienta de comunicación con la audiencia. Actores, cantantes, deportistas, activistas y políticos vieron que en internet había algo especial, que en estas plazas públicas había oportunidad, pero estos últimos no han querido aprovecharla.
Creen que conocen al electorado, tratan de intuir cómo actuará el votante frente a tal o cual situación e incluso piensan que al monologar se comunican. El problema es que lo hacen mal.
Tener un Community Manager no es algo malo, puede ayudar a gestionar mejor los contenidos que se vierten en estos espacios digitales y además ayudar en tiempos de crisis, entre otras tantas cuestiones; pero se podría considerar un fracaso tener una cuenta en Twitter, por ejemplo, si el objetivo es conocer más al elector. Insisto, contar con alguien que logre transmitir la imagen y la personalidad -de un político, en este caso- no está mal; lo que sí lo está es que -ya sea por apatía del político en cuestión o por otro tipo de asuntos- se emitan actualizaciones artificiales, acartonadas y/o robotizadas.
La modernidad alcanzó a la política y es importante que quienes ahí se desenvuelven vean por sí mismos por qué hay en el mundo una fascinación con estar realmente en ellas.
Estar en las redes sociales da la posibilidad de tener un canal más a través del que tener presencia y difundir ideas pero el problema es que sólo atienden utilizan este puente de comunicación para decir lo mismo que dijeron en la televisión, en la radio o en un mitin. Propaganda, sólo propaganda, y dejan de lado lo esencial, que es a final de cuentas comunicar.
Las redes están ahí para ser el brazo derecho del político, para ser una extensión de lo que él es en la vida real, contando con que haya un trabajo previo en la imagen del mismo en la vida real: primero ha de caer bien el político, y luego hacer que lo que realiza en el mundo digital empate con cómo es en verdad… o con cómo se quiere comunicar que es.
En reiteradas ocasiones dentro de este espacio se ha escrito acerca de lo que logró Barack Obama, del referente que para la política actual representa en términos del manejo de medios y, por supuesto de la forma en que su equipo erigió su imagen a través de internet.
Lo que hicieron con él fue una labor titánica, toda la atención se centró en Obama y su sola efigie pesó lo suficiente como para ganar en dos periodos electorales, una legión de voluntarios reclutados en la red se encargó de ir puerta por puerta animando a potenciales simpatizantes demócratas a su candidato ¿Y cómo obtuvieron esos datos sobre quiénes eran sus potenciales votantes? Con datos que obtuvieron gracias al uso de la tecnología con enormes bases de datos demoscópicas indicando en qué ciudades, distritos y barrios había que intensificar las acciones para lograr apoyos.
Si por algo se distingue la política estadounidense con respecto de la mexicana es porque no crea estándares propiamente dichos. Un candidato a alcalde no necesariamente utiliza en su campaña el mismo slogan del aspirante a diputado o presidente, no se maneja una imagen institucional a raja tabla; por lo contrario, desde la imagen institucional se abre la puerta a la originalidad y autenticidad de un candidato.
En su perfil digital, el equipo de Obama ha conseguido dar guiños creíbles de lo que es el presidente en la vida real, o lo que se quiere hacer ver que es.
La jugada clave (si lo queremos ver así) realizada por el equipo que arropa al presidente de los Estados Unidos es reclutar a colaboradores que posean un valor añadido: El fotógrafo de la Casa Blanca podría tomar al mandatario firmando convenios, decretos o enmiendas; podría inclusive sacar mil imágenes de Obama en actos protocolarios o en solemnes sesiones de trabajo todo el día y cobrar sin problema alguno porque a final de cuentas ese sería su trabajo; pero el fotógrafo hace más que eso y se preocupa por nutrir a diario la cuenta de Flickr de la Casa Blanca y llenar de imágenes el Twitter del primer presidente afroamericano.
No solo toma imágenes institucionales como lo hace la mayoría; toma imágenes cercanas, un tanto inusuales, que casi parecerían improvisadas si no estuvieran estudiadas quirúrgicamente. De pronto vemos a Obama chocando puños a manera de saludo con los empleados de la limpieza, jugando con los niños o simple y sencillamente admirando desde la lejanía junto con su esposa la ciudad de Chicago.
Cuando la ciudadanía estadounidense le otorgó un voto de confianza para que se mantuviera al frente de su nación por un periodo más, un simple tuit con la leyenda «cuatro años más» acompañado con una foto de él mientras abrazaba a la primera dama logró ser durante año y medio la actualización más retuiteada de la historia de la red social (al menos, hasta que llegó la selfie de los Oscar)
Queda perfectamente claro que Obama no es (pónga el nombre del político que usted guste) en México. Pero, además de lo que significa ser el presidente de EU, Obama es lo que es por hacer las cosas bien desde una perspectiva comunicativa.
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