María Enriqueta y el derecho a la paz
Seguridad Humana
Salvador Martínez y Martínez.
Coatepec, Ver.
El próximo 10 de diciembre de 2018 se cumple el 70° Aniversario de la proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Entre los derechos que, hoy, es un imperativo destacar está el derecho a la paz. El cual, entre otras, exige la virtud de la magnanimidad. María Enriqueta Camarillo y Roa Vda. de Pereyra legó un testimonio de la magnanimidad de un coatepecano, el Dr. Rafael Sánchez Altamirano:
“Y con sorpresa, encantadora también, llegamos a un punto en que se trata del nombramiento que recibe don Rafael Sánchez para desempeñar el cargo de Presidente Municipal de la ciudad de Coatepec —mi amadísima tierra natal— Y esa encantadora sorpresa proviene de saber que, don Rafael Sánchez, hombre generoso como pocos dedica el sueldo que recibe por esa labor a…”
“Todos los meses firmaba yo la nómina para recoger de la Tesorería los doscientos cincuenta pesos de mi sueldo; pero esa cantidad no pasaba por mis manos, sino que era recogida, directamente y con mi venia, por la Junta de Obras Materiales, para ser dedicada, en su mayor parte a la ampliación y pavimentación del Parque Hidalgo…” [Altamirano Sánchez, Rafael. (1957). Memorias Autobiográficas (2 tomos). Coatepec, Ver: edición privada].
Entre las virtudes emparentadas con la fortaleza, los filósofos recuerdan a la virtud de la magnanimidad para destacar que, aquella firmeza de ánimo que la fortaleza desplegaba ante los temores y las audacias, la magnanimidad deberá realizarla en el ámbito de las reacciones afectivas de la esperanza y la desesperación sensibles. La esperanza es relativa a un bien, a diferencia del temor y de la audacia. La esperanza movilizará a la audacia en favor suyo; ésta atacará al mal que cierra el camino hacia el bien esperado. Bien esperado, y por tanto futuro, y con eso la esperanza se diferencia de la alegría, aunque existe una alegría de la esperanza…
El derecho a la paz, algo debido a las mayorías populares, es un bien difícil y arduo; aunque la esperanza se alimenta con el deseo, llega más lejos que éste, pues el deseo es indiferente a las categorías de dificultad y de posibilidad, mientras que no hay esperanza ni de lo que es fácil, ni de lo que es imposible