Crónica Coatepecana

Materiales arqueológicos en la zona de Mahuixtlán

Comparte

 

Dr. Jesús J. Bonilla Palmeros

Cronista de la ciudad de Coatepec

 

(Segunda parte)

Hacia el periodo Clásico Tardío (600 – 900 d. C.), se producen en los sitios de la región, una serie de elementos iconográficos que dan cuenta de los complejos rituales en torno al ámbito agrario. Entre los que destaca el dios Tláloc, cuyo culto de difunde desde el gran centro rector de Teotihuacán, y se integra ampliamente a los panteones de las diversas regiones culturales del ámbito mesoamericano.

            A la fecha se han hallado dos esculturas del dios Tláloc en la zona de Mahuixtlán, la más conocida se encuentra actualmente en el parque de la localidad, y un segundo grabado fue observado por un servidor en un cañal cercano al panteón, cuyas características distintivas es la de ser una representación cefalomorfa de menores dimensiones a la del parque, presentar un tocado compuesto de tres formas triangulares, círculos concéntricos por ojos y la boca con los colmillos muy pronunciados. Actualmente la pieza no se ha podido nuevamente ubicar, en razón de que en aquel entonces se encontraba a la orilla de un canal y se respetó el contexto, al no permitir su desplazamiento a otro lugar.

            A la par de las representaciones del dios Tláloc local, se tiene el registro de una escultura que simboliza a un batracio, cuyos ojos son similares a los de la entidad ya referida, de tal manera que podríamos deducir se trata de una analogía icónica, en relación con una carga simbólica que vincula tanto a la entidad y el animal con los espacios acuáticos, y por consiguiente se vuelven referentes del culto en torno al preciado líquido. Otro rasgo importante de la escultura del batracio, es la de presentar hacia la parte baja del cuerpo, una forma rectangular que enmarca a su vez una representación antropomorfa muy esquematizada. Elemento icónico que podría remitirnos a la concepción del nivel más bajo, en la estructuración simbólica del espacio entre las sociedades indígenas para ese periodo. Sobre todo si tomamos en cuenta que los grupos mesoamericanos, establecieron una relación simbólica entre los batracios y los espacios acuáticos, así como aquellas oquedades que dan acceso a los contenedores del preciado líquido. De tal forma que la estructuración icónica de la escultura, nos remite a la carga simbólica del batracio con el espacio terrestre y los conductos que dan acceso al nivel inferior, donde se ubica la región de los muertos. Aparte de su contextualización con la orilla del río donde se halló originalmente la representación, actualmente ya desaparecida.

            En el mismo contexto simbólico se inserta el altar circular que se halla en la parte media del río, el cual debió de haber sido utilizado para llevar a cabo las complejas ceremonias y ofrendas, a fin de propiciar la participación de las entidades acuáticas en la alternancia cíclica de los periodos de secas y lluvias, básico para el buen desarrollo del ciclo agrícola.

Continuará…

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *