MUERTE Y VIDA PREHISPÁNICA Y TODOS SANTOS EN COATEPEC
MUERTE Y VIDA PREHISPÁNICA Y TODOS SANTOS EN COATEPEC
Las cinco regiones donde se encontraban las personas
fallecidas, se distribuían en cuanto a una estructuración simbólico-espacial,
de tal forma que el “Tlalocan” se ubicaba entre los niveles superiores, y en un
nivel más abajo pero dentro de la misma bóveda celeste se ubicaría el
“Chichihuacuauhco”.
Al Este el “Tonatiuhichan”, al Oeste el “Cihuatlampa”, y el
Mictlan quedaría debajo de la corteza terrestre. Por tanto las regiones en
conjunto siguen una distribución cruciforme en relación a la concepción del
cosmos en la época prehispánica, y al mismo tiempo marcan los principales
puntos del recorrido solar diario.
Actualmente pervive en la Festividad de Todos Santos en
Coatepec, una serie de elementos de tradición mesoamericana que nos remite a la
concepción espacial y las cinco regiones arriba citadas, expresamente la
detectamos en la visita de las almas de los difuntos: el día 27 de octubre
llega el perro, al cual se le pone un traste con agua y una gorda atrás de la
puerta, el 28 le corresponde a los ahogados (Tlalocan), el 29 los “matados”
(sacrificados del Tonatiuhichan y Cihuatlampa), el 30 los niños del Limbo
(reinterpretación de los que se iban al Chichihuacuauhco), el 31 los difuntos
chicos y el 1 de noviembre los difuntos grandes (ambos corresponderían al
Mictlan). Entonces podríamos deducir que la visita de las almas en los días de
Todos Santos en Coatepec, siguen un patrón de llegada acorde a la concepción
simbólico-espacial que observaban los grupos nahuas antes del arribo de los
españoles.
Una de las características distintivas de la Festividad de
Todos Santos es la construcción de “altares” con materiales de la temporada
como son: carrizo, otate, rama tinaja o tepejilote, los cuales se disponen en
torno a una mesa y antiguamente a una estructura que se armaba con tablas de
burro y horcones clavados en los pisos de tierra. De tal forma que en Coatepec
se utilizan dos tipos de altares y una serie de variantes en cuanto a las dos
formas básicas, la más antigua quizá sea el de nueve escalones, cuya armazón se
integraba por nueve “tablas de burro” que se ponían sobre horcones de
diferentes alturas y presentaba una forma escalonada. Se adornaba con uno, dos
y tres arcos dependiendo del gusto de la familia, el más alto quedaba al frente
de la estructura y el más pequeño en el noveno escalón hasta arriba. Los arcos
se forraban con rama tinaja, y se les colocaba flor de cempoalxochitl en
rollitos a intervalos, para posteriormente colgar la fruta: naranja china,
injerta, limas, ramitos de níspero, cacao (fruto de la región parecido a una
ciruela de color café), aparte también se colgaban mazorcas de maíz en colores
rojo, negro, blanco y amarillo, junto con rollitos de frijol seco en vaina.
En cada uno de los escalones se disponía la fruta en
canastas o tenates, y en cazuelas, cajetes y platos la diversidad de platillos
que a los difuntos les gustaron en vida. Sobresalían el mole, arroz, pipían,
chiles rellenos, tortitas de venas, frijol gordo con espinazo de puerco,
chilatole, tamales de libro, pintos, de ejotes con pipían y salsa roja. Pan de
Huevo y de Manteca acompañados de café, champurrado, atole de masa, chocolate,
cervezas y aguardiente, entre otras bebidas.
A los difuntos chicos principalmente se les ponían cosas que
no tuvieran chile, como por ejemplo: caldo de pollo, frijolitos con epazote,
arroz con leche, calabaza con panela, pepitorias, jamoncillos, dulce de masa
con leche, dulces comerciales en “huacalitos”, y/o en canastitas de papel de
china.
A frente del altar se disponía en el piso un petate y sobre
el mismo se colocaban calabazas enteras, mazorcas, frijol en vaina y una cruz
formada con pétalos de cempoalxochitl. Enfrente del petate se ubicaba el
techtle (pedazo de tronco de mata de plátano) donde se clavaban las velas para
cada uno de los difuntos. Aparte se colocaban unas velas sin prender para que
se las lleven las almas y se alumbren en el camino.
El otro tipo de altar se arma tomando como base una mesa y
puede ser de uno, dos, tres o cuatro arcos, ya sea de forma cuadrada o arcos de
“medio punto”, mismos que se forran de rama tinaja y se adornan de forma
similar al anterior. Una variante muy interesante de este tipo de arco, es el
cuadrado y lleva en la parte superior un “cielo” de papel crepé azul con
estrellas, luna y sol recortados en papel plateado de las envolturas de los
“cigarros alas azules”. A este tipo de altar, antiguamente le ponían en los
postes laterales un ramo de flor de izote aventurero, al nivel de la mesa. En
algunas casas también le ponían abajo un petate con las ofrendas ya citadas y
el techtle con las velas.
Ambos tipos de altares tienen un rasgo en común, y es la de remitirnos
a las antiguas concepciones simbólico-espaciales de tradición mesoamericana, en
específico porque las sociedades nahuas concebían tres grandes niveles para el
cosmos: “Ilhuicac, cielo”, “Tlaltipac, tierra”, y “Mictlan, región de los
muertos”, en el caso de la última región ubicada debajo de la corteza
terrestre, se integraba por nueve parajes. Por tanto tenemos que el altar de
nueve escalones nos remite a los nueve espacios del Mictlan (Región de los
muertos), y en el caso del altar dispuesto en una mesa y con el cielo de papel
crepé, a los tres niveles principales del cosmos.
La Festividad de Todos Santos cierra el periodo del ciclo
agrícola, y la primer ofrenda de los frutos cosechados es a las personas
fallecidas, cuya función es la de liberar las fuerzas fecundadoras de la
naturaleza y enlazar el ciclo que termina con el siguiente, a eso se debe que
los frutos y alimentos se disponen en estructuras que evocan los niveles
cósmicos, en razón de que las ofrendas se hacen a todo el cosmos y no se
reducen conceptualmente al espacio que ocupa el altar.
Es necesario aclarar que no existen “altares prehispánicos”
y los que se presentan como tales en las “muestras de altares” son inventos que
se han hecho en las últimas dos décadas, mediante el uso de semillas y frutos
dispuestos con base en determinadas formas geométricas sobre el suelo.
Foto de Luis Quevedo Utrera.
Para mayor información sobre el tema, consultar el libro:
Bonilla Palmeros Jesús Javier, Un Abrazo a mi Tierra
Coatepec. Cultura y Tradición que Forjan Nuestra Identidad, Imprenta Toscana,
Coatepec, Ver., 2014.