Nada se compara a ti
DANIEL BADILLO
No, nada se compara a ti. A tu infinito amor. A tu dulzura. A tu abnegada vocación de madre. A la entrega siempre generosa por tus hijos, por tus sobrinos y tu familia. Nada se compara a ti. Al esfuerzo y sacrificio de sacar adelante sola a una familia, ante la cobardía de un hombre que jamás quiso entender que valías tu peso en oro. Nada se compara a ti. Porque en la adversidad te muestras gigante, enorme, invencible. Nada se compara a ti. A la firmeza de tu carácter. A la bondad de tus ojos tristes. A la grandeza de tu corazón que alberga tanto amor por otros, a costa de ti misma. Nada se compara a ti. Al orgullo de tenerte con nosotros, a pesar de que nunca hemos estado a la altura de tu infinita ternura. Nada se compara a ti. Ni la belleza majestuosa de las flores. Ni la inmensidad del mar y de los cielos. Nada se compara a ti. Estuviste y sigues estando pendiente de todos. Tuve tres madres, Virginia, Juanita y Lupe. Las tres extraordinarias mujeres. Las tres con un dolor inmenso en su corazón, y a pesar de ello, prodigaron cariño siempre.
Nada se compara a ti. Sandra, Miguel y yo te vivimos inmensamente agradecidos. Éramos huérfanos pero contigo nos sentíamos plenos. Nunca nos hizo falta un padre porque tú suplías esa necesidad, junto a Juanita, de manera excepcional. Rara vez te vi llorar. Y cuando lo hice, secabas tus lágrimas y me decías que había entrado una basurita en tus ojos. Nunca te vi rendirte ni doblegarte. Te levantabas de madrugada para trabajar y llevar el sustento a casa, con el cielo y las estrellas como compañía. Llegabas a la Facultad de Ingeniería, en Xalapa, y tu risa iluminaba todo. Tus amigas, Charo y Ángeles, siempre me decían: “Dani, tienes una mamá que vale oro”, y mi corazón estallaba de júbilo y orgullo. Siempre quise ser como tú. Honesta a carta cabal y generosa con lo demás, a pesar de que no teníamos nada, y lo poco que teníamos lo compartíamos con otros.
Nada se compara a ti. Porque a pesar de mis errores me quieres igual o más que antes y eso jamás podré pagarlo. Nada se compara a ti. Porque nunca he conocido a alguien que se quite literalmente la camisa para darla a los demás. Nada se compara a ti. Porque tu sonrisa me transporta a otra dimensión. A mi niñez en Coatepec. A mi extraordinaria escuela Enríquez. Nada se compara a ti. Porque aunque la vida ha sido extremadamente injusta contigo, nunca miras atrás. Siempre vas adelante en todo lo que te propones. Nada se compara a ti. A tu juicio ecuánime. A tu voz dulce que arrulla con solo oírte. Nada se compara a ti, Virginia González Alarcón. Sirvan estas líneas para agradecerte tu infinito amor y tu grande corazón. No soy el mejor de tus hijos. Y tú lo sabes. Te he dado más preocupaciones que alegrías. Sin embargo, todos los días me esfuerzo por ser mejor y porque estés orgullosa de mi. Gracias siempre por haber decidido tenerme, a pesar de que mi padre fue un cobarde y nos abandonó a los dos. Siempre estaré en deuda contigo, con Juanita y doña Lupe. Gracias mamá por existir.
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