NAVIDAD EN LA MONTAÑA
NAVIDAD EN LA MONTAÑA
Por Rafael Rojas Colorado
Aquel día la niebla abrazaba la ciudad.
Durante el trayecto la nube de algodón dificultaba la visibilidad. El auto
avanzaba lento, desde la ventanilla se apreciaba un paisaje blanco como la
nieve acompañado de fina llovizna. Pero al llegar a la población La Joya, el
cielo era límpido, eso nos causó alegría. Avanzamos ya sin problema alguno y
nos detuvimos frente a un anuncio “El ciclo Azul”. En pocos minutos comenzamos
a ascender a la montaña flanqueados por una variedad de pinos. El viento
soplaba fresco, el sol brillaba extendiendo sus rayos por el verdor del bosque.
En cada mirador nos deteníamos para disfrutar la naturaleza, el olor a pino y a
verde se impregnaba en nuestro espíritu. Caminábamos en esa verde espesura y
tomábamos fotografías para el recuerdo.
En el pináculo de la montaña se ubica el
principal mirador, apreciamos la lejanía y la planicie, el tráfico vehicular
que, a velocidad, se desplaza por la carretera federal. El viento se divertía
meciendo los pinos, acercándoles su suave melodía. Hasta ese punto llegaban las
melancólicas notas de los villancicos navideños, nos dulcificó “Noche de paz”,
el alma se enterneció, las emociones fluían sin cesar, la reflexión se hacía
presente y es imposible evitar un suspiro, pues la navidad está próxima.
Recorrer con la familia la montaña para
cortar un arbolito navideño, es una vivencia que solo se explica con los
sentimientos y las emociones, se torna imperecedero, se desea que el tiempo se
detenga, que deje de fluir para eternizar esos gratos e inolvidables momentos
en un presente.
Aquel día la niebla abrazaba la ciudad.
Durante el trayecto la nube de algodón dificultaba la visibilidad. El auto
avanzaba lento, desde la ventanilla se apreciaba un paisaje blanco como la
nieve acompañado de fina llovizna. Pero al llegar a la población La Joya, el
cielo era límpido, eso nos causó alegría. Avanzamos ya sin problema alguno y
nos detuvimos frente a un anuncio “El ciclo Azul”. En pocos minutos comenzamos
a ascender a la montaña flanqueados por una variedad de pinos. El viento
soplaba fresco, el sol brillaba extendiendo sus rayos por el verdor del bosque.
En cada mirador nos deteníamos para disfrutar la naturaleza, el olor a pino y a
verde se impregnaba en nuestro espíritu. Caminábamos en esa verde espesura y
tomábamos fotografías para el recuerdo.
En el pináculo de la montaña se ubica el
principal mirador, apreciamos la lejanía y la planicie, el tráfico vehicular
que, a velocidad, se desplaza por la carretera federal. El viento se divertía
meciendo los pinos, acercándoles su suave melodía. Hasta ese punto llegaban las
melancólicas notas de los villancicos navideños, nos dulcificó “Noche de paz”,
el alma se enterneció, las emociones fluían sin cesar, la reflexión se hacía
presente y es imposible evitar un suspiro, pues la navidad está próxima.
Recorrer con la familia la montaña para
cortar un arbolito navideño, es una vivencia que solo se explica con los
sentimientos y las emociones, se torna imperecedero, se desea que el tiempo se
detenga, que deje de fluir para eternizar esos gratos e inolvidables momentos
en un presente.