Daniel Badillo

¡No a la corrupción!

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 Daniel Badillo

 

Este es el momento. Ni antes, ni después sino ahora. La sociedad no aguanta más excesos, más latrocinio ni más abusos. Quienes han tenido en sus manos la oportunidad de servir a los demás, terminaron sirviéndose de ellos. ¿Desde cuándo? Podríamos decir que desde siempre. Desde que los funcionarios públicos encontraron una mina de oro en los presupuestos, en los recursos públicos, en la asignación de obras, en la simulación, faltando a la confianza de los ciudadanos y robando a manos llenas. El mal de este país se llama: corrupción. Es la madre de todo cáncer y de todas las dolencias públicas. Si bien la inseguridad ha puesto a México en las primeras planas de la prensa nacional e internacional, la corrupción supera por mucho el daño causado al país y a las generaciones presentes y futuras. Y lo que es peor: este daño es irreversible porque es acumulativo.  Corrupción que pretende perpetuarse, pero que –juntos- lo vamos a impedir. La hay en todos lados y en todos los niveles. Se ejerce sin pudor y sin vergüenza a sabiendas de que nada pasará porque corrupción también es sinónimo de complicidad. Un cabo lleva a otro cabo. Se cubren entre «iguales» porque no conocen de valores ni de honestidad, todo ello les resulta ajeno. Vehículos, propiedades, bienes y cuentas bancarias de «servidores» públicos que no se corresponden con sus ingresos y menos aún con sus sueldos. Triste realidad la de un país con más de 70 millones de personas sumidas en una pobreza atroz y con los más altos niveles de corrupción, violencia y marginación de toda América Latina.

México debe despertar. Es momento de tomar las riendas del futuro de este país y lo debemos hacer por nuestros hijos y nietos. Digamos no a la corrupción. No a los funcionarios deshonestos. No a la impunidad. Un primer paso, como aquí se ha dicho, es votar. El argumento de que una forma de incidir en los asuntos públicos es «no votando», resulta falaz. Por el contrario, debemos votar por un cambio de actitud y de mentalidad. Pronto habrá elecciones. Se renovará la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. Debemos analizar cada candidato, cada propuesta y cada hoja de servicios. Evolucionemos como sociedad y exijamos cuentas a quienes haya que exigirlas. Demostremos como sociedad, que somos más aquellos que queremos que las cosas se hagan correctamente, que somos más quienes sí tenemos vergüenza por lo que ocurre a nuestro alrededor y actuemos en consecuencia. El reto es grande. No dejemos que las cosas continúen como hasta ahora. Basta ya de permitir que sigan delinquiendo aquellos que, sin el menor rubor, hurtan los recursos que –en teoría- son de todos. Por allí debemos empezar. El despertar del México bronco está a la vuelta de la esquina. Han sido años y años de excesos, de falta de resultados.

Lo que más lastima al país es que, a pesar de todo, los servidores públicos siguen levitando en una nube de arrogancia y prepotencia; olvidan que se deben al pueblo como señala el artículo 39 constitucional que a la letra dice: «…La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar su forma de gobierno». Vayamos y participemos con nuestro sufragio y con nuestra voluntad de cambio. El hartazgo ciudadano debe canalizarse por la vía democrática y de la razón, no de la fuerza. México tiene todo para salir adelante. Hace falta únicamente escoger a las personas idóneas: a los más preparados, a los más honestos, a los que amen verdaderamente al país y a sus semejantes. El camino es el de la paz, la justicia y la esperanza. Irrita conocer los excesos de quienes se decían estadistas y «redentores» de la sociedad, cuando en el fondo lo que hacían era sustraer la riqueza nacional para fines personales. A tiempo estamos de dar un golpe de timón, y dirigir los destinos de este país hacia nuevos derroteros donde todos podamos aspirar a mejores condiciones de vida, a una democracia plena y a tener gobiernos preocupados verdaderamente por el pueblo. Que así sea.

 

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