La Otra Versión

 No hay como apuntar casi todo ( I )

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La otra versión:

 

                                                                                                               René Sánchez García

Cuentan que en un poblado no muy lejano al nuestro, existió hace algunos años atrás un hombre de aproximadamente sesenta años. Nadie nunca supo de dónde vino, ni tampoco se supo con exactitud la fecha de su partida. Todos quienes lo conocieron coinciden en que fue un tipo bastante misterioso. No sólo por su físico muy distinto a los hombres y mujeres morenas y de mediana estatura que habitan este lugar, sino porque su comportamiento fue siempre distinto en comparación con todos los dedicados a los rudos trabajos del campo.

Llegó a San Rafael Las Flores precisamente en el día dedicado al santo patrono del lugar, por lo que se creyó que era un turista amante del folclore o de la fotografía, pues ese día todo mundo observó cómo se mantuvo atento al evento religioso. Al siguiente día, ese misterioso hombre se le vio en la fonda de doña Meche y más tarde caminado por todos y cada una de las ve

redas del lugar. Así fueron pasando los días y tanto el hombre nuevo como los lugareños se fueron acostumbrando a verlo.

Al fin pueblo chico, se supo de inmediato que don Toño el boticario le alquiló uno de los cuartos de su v

ecindad. Este hombre solitario caminaba a diario, siempre de forma muy pulcra en su vestir y con modales de saludos y ceder el paso que llamaban la atención de hombres, mujeres y niños. Cuando hacia sus recorridos se le veía en una de sus manos llevar una especie de libreta color guinda, por lo que se le empezó a ver con cierto recelo, pensándose que era un religioso no católico, apostólico y romántico, y que esa libreta era una Biblia distinta.

Nadie se atrevía a preguntarle quién verdaderamente era, pero las sospechas y las dudas crecían a diario. En las fincas, en el mercadito, en la capilla, en el dispensario médico, en la escuela y hasta en la única cantina llamada “Mi último suspiro” que está antes del cementerio, ese hombre desconocido era el tema obligado de conversación. Yo creo que fue en alguna reunión privada donde se acordó que fuera Michelle quien sacara de dudas a la comunidad entera.

Semanas más tarde se supo que esta jovencita veinteañera había logrado hacer amistad con el forastero. Por ser la más avanzada de las catequistas de la capilla de San Rafael, se deduce que utilizaría la palabra de Dios para descubrir las verdaderas intenciones de su estancia en el lugar. Pero doña Meche ya se había adelantado en las pesquisas y confirmó que ese hombre no era ningún religioso de peligro. La verdad es que hubo momentos en que se le llegó a considerar un ángel del cielo por la serenidad de su rostro, el color de sus ojos, su tez blanca y lo melodioso de su voz.

Michelle supo que esa libreta de color guinda no era una Biblia, sino un instrumento donde el forastero posiblemente registraba todo aquello que le interesaba de ese lugar que escogió para conocer y estudiar. Por ello y gracias a ese descubrimiento se consideró que se trataba quizá de un escritor, de un poeta, de un fotógrafo, de un antropólogo, o simplemente de un viajero ocasional. Si bien disminuyó considerablemente la desconfianza de los pobladores, la duda persistía en torno a esa libreta que el forastero no soltaba por nada del mundo. Fue por ello que en alguna otra reunión secreta  se comisionó a la maestra Jazmín, quien trabaja en el jardín, proseguir con las indagatorias pertinentes para esclarecer el caso de la duda metódica.

Fue así que la maestra, conocedora de los métodos de la investigación científica, suspendió un viernes sus actividades docentes para entrevistarse en la fonda de doña Meche con don Paco Méndez, el forastero que ha causado tanto alboroto en la localidad. (Continuará)

sagare32@outlook.com

 

 

 

 

 

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