La Otra VersiónPLUMAS DE COATEPEC

Pasión y manía por los libros

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Pasión y manía por los libros

Por René Sánchez García

Todos los hombres, así como todas las mujeres, profesamos pasiones y manías diversas en algún momento de nuestras vidas. Algunas son pasajeras y otras son permanentes, pero el agrado y el goce es el mismo. Dichas pasiones y manías (algunas personas las consideran vicios) tienen que ver pocas veces con las cuestiones del alma y el espíritu, pero la gran mayoría de las veces con los objetos materiales. Desde muy pequeño conservo aun pocas pasiones y muchas manías. Una de ellas es la lectura de periódicos, revistas y libros; la otra es la de adquirir libros nuevos, viejos, usados y hasta fotocopiados.

Cierto día en casa, limpiando y colocando en su lugar correcto los libros y las revistas, pude comprobar que la adquisición de todos y cada uno de ellos se debió primeramente a cuestiones escolares, después a necesidades profesionales, y por último a intereses y gustos personales. Al abrir sus páginas pude notar la evolución de mis manías. Así, por ejemplo, encontré que varios de ellos los había subrayado con bolígrafo, otros con pluma fuente, pero también algunos con marca textos de diversos colores. Eso no es todo, a los de uso escolar los encontré con anotaciones en los márgenes o con pequeños resúmenes en las páginas en blanco.

A los primeros libros adquiridos les puse mi nombre completo en la primera página, así como la fecha de compra. También encontré que encerré con un círculo las páginas 17 y 51 de varios de ellos, a manera de clave secreta. A muchos los encontré con alguna página doblada en su parte superior, como indicando haberme quedado allí en su lectura. Muy pocos con la hoja de papel doblada a la mitad, que debió haber sido con el mismo propósito. Casi el 90% de todos ellos conservan su originalidad, pero en algún tiempo me agradó mandarlos a encuadernar a varios en pasta dura y keratol café. Lo más triste es que hallé libros que no he leído y otros que aún conservan su plástico protector de venta.

También hallé libros con picaduras de polilla, con polvo acumulado por el tiempo, con restos de excremento de ratón y/o con sus telarañas como adorno, y muchos ya amarillentos. Me pude percatar en esa tarea de limpieza y colocación, que tengo ejemplares de libros repetidos, como es el caso del Libro de arena de Borges, del que encontré tres. Se me olvidaba comentarles que hallé varios con páginas pegadas en espera de que mi cortaplumas los llegué a separar algún día no lejano. En una caja de cartón encontré cientos de fotocopias de libros de Pedagogía y Antropología que datan de finales del siglo pasado, que les prometí encuadernarlos para subirlos a los estantes correspondientes.

Lo interesante de esta tarea de limpieza fue recordar muchos pasajes de mi vida estudiantil, profesional y de mis gustos literarios. Pero más, de ese permanente amor que le he tenido a todos esos libros que fielmente me han acompañado siempre.