DestacadoPedro Peñaloza

¿Quién dice no al Presidente?

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“El poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente”.

Lord Acton

 

  1. No importa la dignidad. Desfilan los empresarios por Palacio Nacional. Bastó un chasquido del Tlatoani en turno. Sus harapos lujosos fueron paseados sin rubor. Los dueños del dinero se agruparon por la convocatoria de quien en el pasado les llamó “minoría rapaz”. No importan los insultos ni los distanciamientos, es tiempo de vestirse de boy scout. Sí, en efecto, como antes, los tiempos se fueron para quedarse. Es oportuno comer tamales y chocolate, ya saldrán los potentados a degustar otras viandas elitistas y de privilegio. Lo cortesano no quita lo valiente. Lo abyecto es un trago momentáneo. Lo que importa, y es medible, son los jugosos contratos, amnistías y concesiones fiscales. Nadie se sonroja, total ¿qué son mil 500 millones de pesos para quienes facturan muchos miles más? El tabasqueño los humilló, los hizo comer de su mano. Se vengó de las campañas de desprestigio que dispararon muchos de los comensales. Olvidemos las afrentas y envolvámonos en la bandera nacional, dirán los empresarios en su infinito cinismo y en su glotona carcajada.
  2. Sin límites. López Obrador respira con satisfacción y sin arrepentimiento todos los días. Su poderío es ilimitado, ahora trata a los empresarios como cooperativistas a su servicio y estos asisten con mansedumbre inusual y casi inédita. AMLO se atreve a decir que no hay escases de medicinas, que eran campañas de los “conservadores” para denostar; insistió en que estaban deteniendo la espiral de violencia en el país y los resultados lo contradicen; Trump lo trata como un empleado contenedor de migrantes y el ex Jefe de Gobierno se agacha y alaba el “respeto mutuo”; se dispara una oleada de feminicidios y ataques diversos contra las mujeres y se molesta de que “opaquen” el tema de la “rifa del avión”; afirma ser defensor de la división de poderes, pero se comporta como sus antecesores y replica las prácticas de convertir al congreso de la Unión en Oficialía de Partes y al poder judicial en un anexo de su poder; se autodefine como un demócrata pero busca aniquilar y supeditar a su servicio a los órganos autónomos.

3.Todo el poder. El tabasqueño puede impunemente decir lo que plazca en las misas de siete, contradecir cifras oficiales, poner en ridículo a los miembros de su Gabinete, tratar al Fiscal General como su empleado, etc. La pregunta clave y definitoria para caracterizar la dimensión de nuestra democracia, es preguntarnos, sin ambages, ¿quién le dice no al presidente? Por lo pronto, el autor de estas líneas.

 

pedropenaloza@yahoo.com

Twitter: @pedro_penaloz

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