La Otra Versión

Rius, ataca de nuevo

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                                                                               René Sánchez García.

A sus ochenta años de edad, sin haber sido nunca profesor ante grupo, tampoco investigador universitario de tiempo completo de nivel III, mucho menos funcionario mayor en la SEP, ni miembro de número en alguna academia nacional de la educación, Eduardo del Río García (Zamora, Mich. 20-VI-1934), o sea, el tal Rius, sí, ese gran tipo tan odiado y repudiado en México desde finales de los años sesenta del siglo pasado, nos presenta su más reciente libro titulado La Reforma dizque Heducativa (México, 2015, Ed. Grijalbo, 118 p.), que no es otra cosa que una denuncia al estado que guarda  la educación en México, en los tiempos actuales del Pacto.

Recordemos que este controvertido caricaturista, historietista y escritor popular y realista, conocido en el mundo de habla hispana por el humor blanco y político que imprimió a los personajes de sus revistas cómicas: Los supermachos y Los agachados, ya había incursionado en este tema, al publicar en el año de 1987 El fracaso de la educación en México (México, Ed. Lozada, 130 p.) que no es más que la compilación de materiales ya publicados diez años atrás. Sólo que al percatarse de que “nuestra educación sigue tan mal como hace 30 años”, decidió escribir este nuevo libro para señalar el desastre educativo actual. Sólo que ahora con más textos que dibujos, pues al decir de él, ya la vejez le cobra la factura correspondiente.

En las primeras 44 páginas, Rius, el mismo, que la ha hecho ya de sociólogo, filósofo, economista, músico, futbolista, historiador, ecologista, físico, médico naturista, educador, pero sobretodo, de erudito conocedor de política, religión y sexo, nos lleva por los senderos de la historia de la educación en México, desde la llegada de los españoles y el catolicismo hasta el término de la revolución mexicana, no sin antes, enjuiciar a Luis Echeverría, Miguel de la Madrid, Fox y Calderón, para terminar con Peña Nieto, por aquello de “sus” reformas educativas que emprendieron. Y cómo era de esperarse (pues ya ven que no es católico), pone énfasis en la educación socialista de “mi general Cárdenas”, así como en lo poco que pudieron lograr hacer los sucesores de la tan ansiada silla: Ávila Camacho, Miguel Alemán, etc. Cerrando con una serie de comentarios bien puntuales sobre la labor de Televisa y TV Azteca, que según la vox populi, pasada y presente, constituyen la otra SEP, por sus excelentes contribuciones culturales a través de lo que Monsiváis nombró “caja idiota”.

La cosa se pone buena (pero algo peligrosa por ser periodista) a partir de la página 53 y 63, precisamente en sus capítulos: “La escuela que no quisiéramos tener” y “La escuela que necesitamos”, pues es allí donde critica duramente al sistema político mexicano, señalando que siempre la educación ha estado al servicio de la clase dominante y que se educa para perpetuar su poder. Y, propone que la escuela de hoy debe ser activa, democrática, libre y creativa, para lo cual se avienta con nada menos con 69 recomendaciones que él mismo califica como utópicas, pero que bien valdría la pena que los funcionarios de la educación y los profesores, por lo mínimo las leyeran.

El ex caricaturista de Ja Ja, Siempre!, Proceso, El Universal, Ovaciones, La Prensa y La Jornada, entre otras más, no deja en el olvido a los maestros federales, ni al sindicato nacional que los agrupa a través de sus numerosas secciones. Considera que el desastre educativo que vivimos tiene mucho que ver con los profesores que sólo se han dedicado a reproducir fielmente en las aulas escolares lo que las escuelas normales oficiales recibieron como formación inicial: una educación de tipo capitalista, pero con metodologías y técnicas ya bastante añejas e inoperantes con nuestra realidad social actual. Igual da su punto de vista sobre ese sindicalismo oficial, en donde únicamente se miden fuerzas de poder para no perder el control en ambos lados. No olvida incluir todo eso mínimo que cualquier mexicano debe saber sobre la Sección 22 oaxaqueña, la parte rebelde del SNTE.

Finalmente, Rius expone, a manera de examen profesional, su modesta hipótesis sobre nuestro desastre educativo, que en palabras más o palabras menos, tiene que ver con el hecho de que no hemos sabido utilizar la razón. Sobre este capítulo ya no les digo más nada, pues es casi seguro que ese tal Rius me demande por las bajas ventas de este buen libro.

sagare32@outlook.com

 

 

 

 

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