SANTA
santa
Por Rafael Rojas Colorado
Santa fue esa joven que
olvidó su honestidad, sus principios, sus valores y se entregó al oportunista
militar, quien solo buscaba cambiar de cama ignorando que de esa manera solo se
empobrecía su ser. Una huerta del pueblo de Chimalistac fue el lecho del
pecado. Agustina, madre de Santa, Fabián y Esteban, hermanos de la pobre
muchacha, fueron sus acusadores en un tribunal familiar. No le fue perdonada su
deshonra, pues era una mancha para la familia, su castigo fue la calle; solo
los caminos de la vida se abrían a sus pies, pero en su angustia y sin meditar
se encaminó por el más fácil, el de la prostitución.
La casa de doña Pepa y
Elvira serían su nueva morada, en ese elegante burdel se transformaría en reina
por su belleza juvenil, la preferida y la favorita de los que tienen para pagar
el precio más alto, el más elevado, fue la envidia de sus compañeras de
infortunio y la estrella más codiciada por la elegante clientela que visitaba
noche a noche el lugar, su premio lo fue el dinero sin importar el vacío y el
desamor que la acompañaba, todos deseaban saciarse en ese cuerpo hermoso que
brinda la juventud.
El Jarameño –torero
gitano– la hizo su amante, la separó del burdel y la llevó a empezar una nueva
vida, pero Santa fallo, lo traicionó porque ya estaba dañada y parecía
imposible escapar de ese laberinto sin fondo que son las casas de citas.
Regresó nuevamente a la casa de Elvira. Al poco tiempo surgió otro enamorado,
Rubio, hombre casado y de buena posición, le ofreció casa para que fuera la
ama, la señora, la reina de un hogar, pero la historia se repitió, el amasiato
fue corto, Rubió la empujó a la calle, Santa abrazó el camino del alcoholismo.
Ya no regresó a la casa
de Elvira, se fue perdiendo más y más en la prostitución barata, de las casas
elegantes la echaban, ahora mendigaba trabajo en los prostíbulos de los más
bajos arrabales, donde frecuenta lo más despreciable de una sociedad, allí se enfermaba
cada vez más del vicio del alcohol y de la enfermedad física. En poco tiempo
estaba convertida en un despojo humano, su belleza física ya estaba ausente,
deambulaba sin dirección, totalmente perdida de sí misma.
Cuando ya no
tenía en donde dar un paso se aferró de la mano de Hipólito, el repugnante
ciego que tocaba el piano en la casa de Elvira, el primero que conoció a Santa
cuando llegó al prostíbulo, través de su sensibilidad vislumbró la
belleza e intentó adivinar sus sentimientos, puesto que él carecía de luz en
sus ojos. Fue su eterno enamorado, el que esperó con paciencia a que la vida le
entregará la mano de Santa, aunque ya enferma, fea y destruida. Hipo, le brindó
protección y le dio rienda suelta al amor que sentía por ella, pero respetaba
las condiciones en las que la enferma se encontraba, él estaba conforme con
tenerla a su lado, así era feliz y se sentía realizado.
Santa expiró en el
quirófano, allí se le presentó la muerte. Hipólito y Jenaro, su lazarillo,
cumplieron el deseo de la difunta, la velaron en la casa del ciego y la
sepultaron en aquel pueblito que meció la cuna de Santa cuando niña. Allí iba,
Hipólito, tarde con tarde a visitar la sepultura de su amada, cuando la
noche llegaba se retiraba.
Así lo hizo por mucho
tiempo hasta que se secó la última lágrima del ciego, hasta que le entregó la
última gota de amor, allí quedaba el cuerpo de la mujer que conoció y esperó
con admirable paciencia su turno. La cuenta estaba saldada, Hipo, solo dijo, hasta
siempre Santa y le dio la espalda a la sepultura, para seguir caminando en la
oscuridad que le regaló el destino.
Federico Gamboa es el
autor de esta novela titulada Santa. En ella devela una historia que
sensibiliza el alma, da vida a su personaje, lo degrada y lo desaparece cuando
lo cree necesario. Dibuja una historia de mucha creatividad literaria, sus
personajes cobran vida, se mueven en un plano, utiliza infinidad de
descripciones, todas ellas son imágenes y es posible conocer la Psicología de
sus personajes.
La escritura fluida,
nos descubre una época de principios del siglo XX, la era del porfiriato,
vislumbra esa ciudad que se iba abriendo al progreso, las calles, barrios y
arrabales, pero más aún la vida nocturna de las casas elegantes de la
prostitución.
Federico Gamboa,
ministro en el régimen del general Díaz, nos lega su talento literario a través
de esta sensible historia, su inspiración y dotes de un excelente escritor de
esa época.
Amable lector, no
espere más, visite las librerías y abra las páginas de la novela, Santa,
comprenderá cómo es posible que las circunstancias, cambian en un instante la
vida de una persona.