SOBRE EL SILENCIO
SOBRE EL SILENCIO
El silencio no solo es la
ausencia o falta total de ruido, más bien se trata de una imposición de alguien
hacia otra u otras personas para que no hablen o manifiesten sus ideas, sus
propuestas, sus puntos de vista, o simple y sencillamente, sus inconformidades.
Ese tipo de imposición o de mandato es aprendido y tiene sus orígenes en la
familia, en la escuela, en la iglesia, en el trabajo y en casi todos los
lugares donde exista interacción social humana. De acuerdo con la historia de
la humanidad, el silencio es una de las tantas poderosas armas del poder.
Quienes estudian las ciencias
sociales, no me dejaran mentir que este tipo de comportamiento humano de
obedecer y guardar silencio lo han padecido tanto hombre como mujeres; aunque
también se reconoce que han sido muchos años de lucha en la que los vencidos
han alzado la voz para romper con este tipo de silencios que lastima. De
acuerdo con los datos, son las mujeres quienes más lo han padecido, sobretodo
quienes han vivido regímenes totalitarios, de conquista, de opresión. En México
y Latinoamérica dan fe de ello las mujeres y las niñas indígenas.
Por ello, frente a este
silencio obligado, de unos años atrás al momento actual, las mujeres oprimidas
en el mundo han venido diseñando otro tipo de lenguaje que se manifiesta en el
arte, en el rescate de saberes ancestrales, la domesticación de la naturaleza,
en el comercio comunitario y en la nueva forma de educar a sus hijas, a fin de
que “ellas nunca más tengan que quedarse calladas frente a ninguna clase de
opresión, para que puedan vivir sin hombre y sin miedos”. Ellas a diario luchan
no sólo por resolver cómo conseguir alimentos o cuidar a sus hijos, sino por
alzar la voz para demandar reconocimiento y respeto a sus derechos.
Una señora indígena que
participó en un curso-taller dirigido a las mujeres indígenas del Estado de San
Luis Potosí, declaró: “Participé hoy, porque considero que una de las primeras
dificultades que enfrentamos es la posibilidad de ser escuchadas, ya que por
generaciones fuimos educadas para guardar silencio, para no molestar a los
varones, para no incomodar a las familias o a los patrones, o simplemente
porque se consideraba que las mujeres indígenas no teníamos cosas importantes
que decir. Una manera de empezar de irle quitando terreno a la discriminación
es la promoción de los derechos y la generación de alternativas, para que en un
futuro sean las mismas mujeres las que decidan qué hacer con sus vidas y sus
cuerpos, y no tener que conformarse con el silencio”.
Hoy en día no sólo las mujeres
indígenas en México padecen este tipo de situaciones de vida, también las
niñas, jóvenes y mujeres de los centros urbanos la siguen viviendo a lado de
sus padres, hermanos, familiares, compañeros de escuela o de trabajo, novios o
con quienes comparten a diario su vida. En una próxima entrega les hablaré de
cómo los varones también sufren el verse obligados a callar o guardar silencio
ante las injusticias de este mundo ya nada humano.