Tabaquismo, uno de los tantos placeres
Tabaquismo, uno de los tantos placeres
Por René Sánchez García
La
vida del ser humano está lleno de placeres de todo tipo. No importa ser mujer u
hombre, pobre o rico, analfabeto o estudiado, joven o viejo, religioso o
protestante, soltero o casado, trabajador o desempleado, en fin, cualquiera de
nosotros cuando menos un placer tenemos, mismo que a la larga se convierte en
vicio, aunque éste implique gastar dinero, o bien dañar la salud, o ser
señalado socialmente. Lo importante es que nuestro cuerpo (o nuestra mente)
sienta agrado y placer por instantes o por un largo tiempo.
Pues
bien, Eusebio Ruvalcaba (escritor, ensayista, narrador, cronista y poeta
mexicano) se propuso antes de fallecer (2017), hacer una selección de 20
trabajos escritos y un excelente prólogo para sacar a la luz su libro Prohibido
fumar, cuentos contra la represión, que le editó Lectorum en su
colección Marea Alta, al año siguiente. El pidió a quienes invitó a participar
que contestaran la pregunta: ¿qué significa el tabaco en su vida?, y por
supuesto plasmaran su punto de vista ante la prohibición que la autoridad, la
sociedad y el sector salud emiten.
El
resultado fue éste magnífico libro de cuentos cortos que hablan de los
problemas a la salud personal, de los daños al medio ambiente, de la
intolerancia o represión de la sociedad hacia los fumadores, de la creación de
áreas o espacios delimitados, de los efectos colaterales que causa este acto de
quemar tabaco; pero principalmente ese placer que el fumador experimenta al
llevar ese humo quemado de la boca a los pulmones, de allí a la nariz y de nuevo al espacio. El inicio
es un epígrafe del escritor Julio Cortázar que dice: “En esta vaga vainilla que
hoy me mancha los dedos se despierta la noche…”.
He
aquí dos de los cuentos. El primero de Marcial Fernández, titulado Respecto del daño que hace el tabaco: “Yo soy fumador y Mónica,
mi mujer, fumadora pasiva, por lo que todos los días amanece con tos. Sin
embargo, parece que encontró el remedio a su mal: colocarse un parche de
nicotina en la piel para curar su adicción”.
El
segundo cuento es de Ester Ortega y se llama Cigarro: “Entre recuerdos me veo planta: fresca, verde, una hoja
joven y brillante, movida por el viento o la lluvia. Después ya seca y
triturada me convertí en lo que soy ahora. Pero te di placer y me encendiste
con esas manos de hombre que no podré olvidar. Me buscabas, de día o de noche,
establecí contigo un vínculo mortal tan leve como el humo; tan intenso, tan
fuerte que no pudiste alejarte de mí, volvías siempre, y gozabas conmigo, en la
mesa y en la cama,, y cuando estabas tenso o triste, alegre o preocupado. Hoy
nos persiguen, legislan en contra de nosotros, pero tú ya no estás, y yo
acabaré por desaparecer, el aislamiento me duele, y, desde luego, el rencor de
los pulmones que dañé me ensombrece todavía”.
Queda
abierta la invitación a leer éste sumario de cuentos breves sobre el delicioso
placer de fumar, mismo que actualmente es fuertemente reprimido, pero que a
escondidas o desde lo oculto sigue vivo, tal y como todos los deseos humanos
que se convierten en placeres y terminan en irrecistibles vicios deliciosos.