Pedro Peñaloza

Todos Somos «Ponchis»

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Pedro Peñaloza

«Cuidado con la hoguera que enciendes contra tu enemigo, no sea que te chamusques a ti mismo».

William Shakespeare

1. Las buenas conciencias protestan. Ahora resulta, que la comentocracia de radio y televisión ha puesto el grito en el cielo, porque se puso en libertad a Edgar Jiménez Lugo, alías «El Ponchis», quien fue detenido el 2 de diciembre de 2010, cuando tenía 14 años, por elementos de la 24 Zona Militar, en el aeropuerto Mariano Matamoros, de Cuernavaca, cuando se encontraba en compañía de sus hermanas y pretendían abordar un vuelo con destino a Tijuana, Baja California.

El «Ponchis», quien ahora tiene 17 años, estuvo detenido tres años, tiempo al que fue sentenciado tras haber sido culpable de diversos cargos de homicidio calificado, delincuencia organizada y posesión de drogas. Se le encontró responsable de decapitar y colgar a cuatro hombres en un puente de Cuernavaca.

2. Los niños violentos no vienen de París. El simplismo se convirtió, en los últimos días, en la moneda de uso corriente, los albaceas de las «buenas costumbres», han levantado la ceja, emitiendo gritos y susurros ante la liberación de este criminal jovencito. Claman y reclaman que los terrícolas como él, deben estar, por lo menos toda su vida, recluidos en alguna mazmorra o calabozo lúgubre y pestilente, para que de esa manera «pague» el daño que le hizo a otros terrícolas y de paso la «sociedad decente», pueda transitar por las «seguras» calles del país, sin temblar de miedo ante la posibilidad de que este «prehumano» les quite la tranquilidad y el buen vivir.

Esos acólitos de la «sociedad pacífica», ignoran que la liberación del «Ponchis», se realizó en cumplimiento a lo que establece la legislación penal federal y estatal en materia de adolescentes, que fija un tope máximo para los delincuentes sentenciados culpables que sean menores de 18 años y mayores de 14 años. Ahora, a petición del menor, ha sido trasladado a San Antonio, Texas, ya que se comprobó que tiene la nacionalidad estadunidense, donde fue entregado a la organización Outcry in The Barrio, encargada del cuidado de menores de edad.

3. La genealogía de la violencia es lo de menos. Una sociedad envuelta en el miedo y la dominación, sólo tiene sed para la venganza y que se endurezcan los castigos para los que violen las normas penales. De poco sirve tratar de indagar el origen de los comportamientos infantiles y juveniles. El único binomio del catecismo represivo descansa en una frase convertida en axioma: «el que la hace, la paga». Sí, los «otros», no tienen ninguna posibilidad de modificar su recta línea delictiva, quizá escrita desde las alturas celestiales del destino; y por eso, los psicólogos de manual recetan un dictamen que no está sujeto a discusión: «infancia es destino». Así que desde el nacimiento, y en su tránsito por la violencia familiar, comunitaria, escolar y la que chorrea sangre en la pantalla casera, los menores no tienen salvación; por eso, lo único que les espera son macanas y cárceles. A los terrícolas de «bien» y a los feligreses del castigo, les fascina esta ruta inamovible, la cual es una especie de mixtura de lombrosianismo-determinismo-catolicismo.

4. ¿Y qué hacemos con los otros «Ponchis»? Desde otra mirada, la producción de violencias y criminalidad en los niños y jóvenes tiene que verse desde su génesis, y desde ahí buscar las respuestas de carácter multidimensional. La cifra de detenciones de menores de edad por violaciones a la Ley Federal Contra la Delincuencia Organizada casi se duplicó de 2007 a 2012, al pasar de 806 a mil 604 detenidos en las 32 entidades federativas, informó la PGR (respuesta pública mediante folio No. 0001700073913, del IFAI, 10 de abril de 2013). Todo indica que en el horizonte que se avecina se incrementará la participación de este grupo etario en actividades ilícitas. ¿Además de balas, prisiones y discursos, que propone un Estado ineficiente y una sociedad paralizada por el miedo?

pedropenaloza@yahoo.com

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