Total todo es Teoría
René Sánchez García.
Recuerdo perfectamente que era martes, lo sé porque ese es el día en que acostumbro tomar un café en los portales de mi pueblo. Estaba en mi labor de saborear ese rico aromático, sentado precisamente junto a una de los ventanales de La Bola de Oro, cuando escuché la voz de Cinthya, la encargada de la biblioteca de la ciudad, quien después de saludarme, darme los buenos días y desearme provecho, aprovechó para invitarme asistiera a las 12 horas a una reunión técnica en su centro de trabajo. Asunto que acepté y agradecí, pues de alguna manera la amistad que tenemos ambos es de años y muy sincera.
Llegué con exactitud a la hora indicada a dicho lugar lleno de libros, revistas, periódicos, mesas y sillas. Poco a poco fueron apareciendo los otros invitados a la reunión que en total sumaríamos cinco. Fue un joven como de unos 25 años, quien se presentó como enviado de la Unidad de Documentación de Bibliotecas Públicas, para tomar la palabra e indicarnos los puntos a tratar, así como distribuirnos una hoja impresa donde se detallaban las principales acciones de una biblioteca pública, donde el principal obstáculo es la falta de lectores y los materiales actualizados.
Después, una señorita llamada Bárbara, aun con semblante de niña de preparatoria, pasó al frente para leernos varias cartulinas en colores distintos, donde se definían los distintos tipos de lectores que existen en la actualidad de acuerdo a la edad, escolaridad, actividad laboral y por gusto propio. Finalmente, un señor adulto, que notaba ser no sólo profesionista, sino un buen lector, hablo de la necesidad de vincular la biblioteca pública a todos y cada uno de los distintos sectores de la sociedad local y primordialmente que la biblioteca sea itinerante, esto es, que salga a las colonias, los centros de trabajo, escuelas, oficinas y hasta en el transporte público.
Ya para cerrar la sesión, mi amiga Cinthya tomó la palabra para pedir ayuda a los asistentes, para que se le auxiliara en el fichaje de un libro bastante extraño que había llegado a la biblioteca y que no había sido posible colocar en algún estante, debido a lo complicado de su título y tema. El libro en cuestión ya es algo viejo, tiene 10 años de editado y su título: En compañías excelentes, llama en verdad la atención. Pues bien, el libro pasó por todas las manos y cada uno sugirió colocarlo en estantes distintos de acuerdo con la Clasificación Universal Dewey, hasta que levanté mi mano y solicité dicho ejemplar tildado de raro. La verdad me llevé una sorpresa.
Busqué la introducción o el prefacio del libro, pero sólo encontré su índice de 5 capítulos que cabían en las 156 páginas. Quise recordar el nombre de la autora: Ana Pilar Gonzalba Gessen y resultó en mi memoria una total desconocida. Me fui de inmediato a la bibliografía utilizada por la autora y noté referencias de la física, la literatura, el arte, la filosofía y la religión. En medio de ese caos de diversidad me centré en el título de cada uno de los capítulos a fin de lograr alguna pista, pero nada. Estaba a punto de regresar ese libro misterioso a las manos de Cinthya, cuando realicé mi último esfuerzo y me pude percatar que en la página 17 había un renglón de letras cursivas, que leí a los asistentes:
“No hay libro bueno que no haga las veces de punto de partida hacia otros libros nuevos. Este libro está formado por otros libros que, apilados sobre mi mesa, me dan, además del gozo, una idea iluminadora de lo que ha sido la literatura más formativa de mi hemisferio y de mi tiempo”. En realidad se acordó que el libro podía ser colocado en cualquiera de las 10 divisiones del Sistema Dewey, por la diversidad de los temas que contiene. Bueno, todo porque el supuesto señor letrado dijo con el ánimo de dar por terminada la sesión: “Total, todo es Teoría”.
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