UN SALOMÓN INDÍGENA*
UN SALOMÓN INDÍGENA*
René Sánchez García.
“Caminando un indio y otro
vecino español, entrambos a caballo, acertaron a encontrarse en un páramo o
soledad, y el rocín del vecino era muy malo y viejo, y el del indio muy bueno.
Pidióle aquel hombre al indio que se lo trocase, y él lo rehusó por lo que
perdía en ello; pero como el uno traía armas y el otro no las traía, con la
razón del poder y con la jurisdicción de la fuerza, le quitó el caballo al
indio, y pasando su silla a él, fue caminando, dejando en su lugar al pobre
indio el mal caballo. El indio volvió siguiendo al español y pidiéndole que le
diese su caballo, y el hombre negaba que se lo hubiese quitado.
Llegaron con esta queja y
pendencia al lugar, en donde el Alcalde mayor llamó a aquel hombre a instancia
del indio, y haciéndole traer el caballo, le preguntó por qué se lo había
quitado al indio. Respondió y juró que no se lo había quitado, y que era falso
cuando decía aquel indio, porque aquel caballo era suyo, y él lo había criado
en su casa desde que nació. El pobre indio juró también que se lo había
quitado, y como no había testigos ni probanzas que el juramento encontrado de
las partes, y el uno poseía el caballo y el otro le pedía, dijo el Alcalde
mayor al indio que tuviese paciencia porque no constaba que aquel hombre le
hubiese quitado el caballo.
El indio, viéndose sin recurso
alguno, dijo al juez: “Yo probaré que este caballo es mío, y no de este
hombre”. Díjole el juez que lo probase, y quitándose el indio la tilma que
traía, que es la que a ellos sirve de capa, cubrió la cabeza de su caballo, que
el otro le había quitado, y dijo al juez: “Dile a este hombre que pues él dice
ha criado este caballo, diga luego de cuál de los dos ojos es tuerto”. El
hombre turbado con la súbita pregunta, en duda respondió: “Del derecho”.
Entonces el indio, descubriendo la cabeza del caballo, dijo: “Pues no es
tuerto”. Pareció ser así y se le devolvió su caballo.
Bien parece, señor, que en una
duda como ésta y falta de probanza no se pudo hacer prueba más aguda, ajustada,
delgada y que hasta se parece a la que hizo Salomón con las dos mujeres que
pedían al hijo y faltándoles pruebas para fundar cada una su derecho, pidió la
espada, que hirió el amor de la verdadera madre y sacó en limpio la verdad del
juicio y él quedó acreditado de sabio”.
Espero sea del agrado de mis
lectores este bello cuento de raíces muy nuestras, disfrútenlo.
sagare32@outlook.com
*Cuento atribuido a Juan de Palafox y Mendoza
(1600-1659). Nacido en Salamanca, España, y quien en 1936 fue nombrado Obispo
de Puebla y en 1642 pasó a ser Virrey de la Nueva España. Escribió en México en
el año de 1645 el Libro de las virtudes
del indio. Este texto fue obtenido de la edición publicada del año de 1893
en Madrid, respetándose el lenguaje y escritura original.