¡Viva la Patria!
Por Daniel Badillo
He leído y escuchado infinidad de
discursos del presidente Andrés Manuel López Obrador. Muchos de ellos me han
conmovido hasta el llanto, pero ninguno como el pronunciado este jueves en el
inicio del desfile militar con motivo del 211 aniversario de la Independencia
Nacional. Mi mirada y mi mente fija en la pantalla mientras el presidente de
todos los mexicanos hace alusión –con su gran estatura moral- a la gesta
heroica que une a mi país y a mi pueblo. Escribo de madrugada este viernes,
mientras convalezco de las dolorosas secuelas del Covid que por momentos me
impiden respirar y me arrancan el aliento. Evoco de nuevo la magistral pieza
oratoria del presidente López Obrador. Y de nuevo, el llanto. Me quiebro frente
a las palabras pronunciadas por el presidente de mi país al evocar a ese
gigante eterno llamado Miguel Hidalgo:
“Lo que le permitió al Padre de la
Patria enfrentar la muerte con aplomo y tranquilidad fue la paz con su
conciencia, la certeza de que, con fidelidad a sus principios y valores, había
hecho lo correcto y lo que era necesario para el bien del pueblo al que se
debía. Cuando lo iban a fusilar, a cuatro metros de distancia, los soldados
temblaban, le dieron varios tiros sin matarlo y el sargento del pelotón tuvo
que ordenar a dos de ellos que le pusieran las bocas de los fusiles
directamente en el corazón. Después de matarlo le cortaron la cabeza y junto
con las de Allende, Aldama y Jiménez, las colocaron en cada esquina del edificio
de la Alhóndiga de Granaditas”.
El discurso de ayer, cimbró lo más
profundo de mi ser. He de reconocer que desconocía ese pasaje de la historia y
los adjetivos proferidos contra Hidalgo, por quienes lo hicieron preso y
volcaron sobre él la saña y el odio propio de los mal nacidos. El presidente
López Obrador lo describió en estos términos:
“Ningún dirigente en la historia de
México ha recibido más insultos que el cura Hidalgo. Paco Ignacio Taibo hace un
recuento de todos los improperios: ‘endurecida alma, escolástico sombrío,
monstruo, taimado, corazón fementido, rencoroso, padre de gentes feroces, Cura
Sila, entraña sin entrañas, villano, hipócrita, refinado, tirano de tu tierra,
pachá, lo-cura, imprudentísimo bachiller, caco, malo, malísimo, perversísimo,
ignorantísimo bachiller Costilla, excelentísimo pícaro, homicida, execrable
majadero, badulaque, borriquísimo, primogénito de Satanás, malditísimo ladrón,
liberticida, insecto venenoso, energúmeno, archiloco americano’…”
Me vuelve a faltar el aire y dejo de
escribir por un momento, mientras supero la crisis de ansiedad que me produce
la respiración. Repuesto, sigo escribiendo mientras escucho y vuelvo a escuchar
el discurso completo de un hombre profundamente enamorado de México que hace
todo cuanto está a su alcance para no fallar a su pueblo; sí, a ese pueblo
sabio y bueno que le dio la enorme responsabilidad de conducir los destinos del
país por mejores senderos. Mensaje profundo el del jueves que solo puede salir
del corazón y del alma, para rendir homenaje a los héroes que dieron su vida
por México, pero muy especialmente a Hidalgo, con quien más se ensañaron y a
quien más castigaron por osar en la búsqueda de la libertad de todo un pueblo.
Que viva la Patria, a pesar de las
vicisitudes y los graves problemas que enfrentamos por la pandemia y por la
pobreza que se arraigó durante siglos en millones de nuestros hogares.
Que viva la Patria, en el México de nuestros días, con los jóvenes, con
las mujeres, con los niños y adultos mayores abriéndose paso para salir
adelante; que viva la Patria que respira libertad y nuevos horizontes, donde
todos tenemos que aportar nuestro grano de arena. Que viva la Patria alcanzo a
escribir, mientras regresa la dificultad para respirar. Habrá de disculpar el
caro lector, la estimada lectora, por las ideas que se agolpan de repente,
mientras la lucidez me permite escribir. El discurso de ayer prevalecerá en mi
mente por siempre. En un momento histórico para México donde lo menos que
podemos hacer es honrar la memoria de quienes nos dieron una patria con nombre
y apellido, siendo mejores cada día y amando al prójimo, como lo propuso López
Obrador durante el Grito. Que viva la Patria.