VIVEN NIÑOS CRIANZA DE MALTRATO
VIVEN NIÑOS CRIANZA DE MALTRATO
Sergio
Jaziz Becerra Pecina
Agencia
Reforma
Monterrey,
NL 30 abril 2025.- La forma en que se cría a los niños, quienes hoy celebran su
día, moldea el futuro de una nación.
Aunque México y América Latina han
experimentado avances en la comprensión y atención de la primera infancia en
las últimas décadas, persisten desafíos cruciales en la coordinación
multisectorial y en la consolidación de políticas de Estado a largo plazo.
Ernesto Treviño, doctor y máster en Educación
por la Universidad de Harvard, advierte en entrevista una limitación
persistente: la falta de coordinación entre los servicios públicos que se
ofrecen a los niños.
«Salud va por un lado, lo social por otro
y las políticas educativas por otro, dispersando la atención a niños y
familias. La evidencia nos dice que la coordinación potencia los
resultados», enfatiza el profesor e investigador chileno-mexicano de la
Pontificia Universidad Católica de Chile.
«En algunos países se ha avanzado en
entender que la primera infancia necesita atención desde la gestación hasta los
seis años, con intervenciones poderosas en salud y servicios sociales»,
señala.
Al referirse a la situación particular de
México, Treviño lamenta una realidad que se registra prácticamente en todos los
países de Latinoamérica: «la cultura de crianza maltratadora», donde
aproximadamente el 70 por ciento de los niños crece en hogares con maltrato
físico o psicológico.
«México y América Latina estamos
rezagados en políticas de apoyo a las familias, influenciados por una herencia
cultural de crianza que creemos correcta porque así fuimos criados»,
reflexiona el académico, quien funge como director del Centro UC para la
Transformación Educativa de la universidad chilena.
Aunque reconoce avances desde programas como
Progresa, critica la discontinuidad y la falta de políticas de Estado, lo que
impide construir una institucionalidad sólida y dificulta la adaptación a
dinámicas sociales como la creciente exposición de los niños pequeños a la
tecnología.
Además, alerta sobre la exposición de niños
mexicanos a la violencia del crimen organizado, cuyos efectos en el desarrollo
son «muy tóxicos».
El especialista enfatiza que las políticas de
primera infancia tienen un impacto a largo plazo en la reducción de la
violencia y la pobreza, generando mejores comportamientos, inserción social y
trayectorias de vida más sanas.
También remarca la importancia de la sociedad
civil y el sector privado para incidir políticamente y colaborar en programas
de alto impacto. A los tomadores de decisiones, les recomienda basarse en la
evidencia y pensar siempre, y sobre todo, en la experiencia del niño.
EXPERIENCIAS
ADVERSAS
En noviembre del año pasado, el Centro para la
Primera Infancia del Tec de Monterrey y la Fundación FEMSA, en colaboración con
varias instancias, dio a conocer resultados de la primera Encuesta Nacional
sobre Experiencias Adversas y Benevolentes en la Infancia en México.
El estudio se aplicó en 26 estados del País e
incluyó mil 198 entrevistas a personas adultas entre 18 y 65 años, además de la
recolección de biomarcadores y datos cualitativos en 200 madres y 200 niñas y
niños.
La investigación arrojó que 87.9 por ciento de
los adultos mexicanos dijeron haber experimentado al menos una experiencia
adversa en su niñez.
Adriana Gidi, directora asociada del Centro de
Primera Infancia, explicó que estas experiencias tienen efectos profundos en el
desarrollo de niñas y niños:
«Estas experiencias generan lo que se
conoce como ‘estrés tóxico’: una sobrecarga en los sistemas de respuesta al
estrés del cuerpo que, sin apoyo emocional constante, puede alterar el
desarrollo cerebral y afectar la salud física y mental desde etapas muy
tempranas.
«En cuanto al bienestar físico, la
acumulación de experiencias adversas en la infancia incrementa el riesgo de
enfermedades como hipertensión, migrañas, obesidad y otros padecimientos
crónicos».
En el ámbito emocional, agregó, se asocian con
mayor prevalencia de ansiedad, depresión y problemas de autorregulación
emocional. Y en el plano social, las experiencias adversas en la infancia
pueden afectar la capacidad de niñas y niños para establecer vínculos seguros,
confiar en los demás y participar activamente en su entorno.
«La evidencia demuestra que los efectos
de las experiencias adversas en la infancia no sólo impactan a nivel
individual, sino que se reproducen a lo largo del tiempo, generando ciclos
intergeneracionales de vulnerabilidad», explicó.
«Por ello, atender las adversidades desde
la primera infancia no es sólo una medida de cuidado, sino una estrategia clave
para romper ciclos de exclusión y promover una sociedad más saludable».
UNIÓN
POSITIVA
Las experiencias benevolentes en la primera
infancia son vivencias positivas que funcionan como un contrapeso ante la
adversidad:
«Estas experiencias, como contar con un
adulto cariñoso y constante, jugar, tener amigos, sentirse seguro en casa o en
la escuela, fortalecen la resiliencia emocional, favorecen el desarrollo social
y están asociadas con menos riesgo de enfermedades físicas y mentales en la
vida adulta», dijo Gil.
Para lograrlo, se necesita que se unan:
– Gobierno con políticas públicas que
prioricen a la primera infancia.
– Comunidades con programas de apoyo a las
familias.
– Escuelas seguras y estimulantes.
– Profesionales de la salud que identifiquen
señales de alerta y apoyen a cuidadores.
– Papás y mamás que ofrezcan vínculos
afectivos y seguridad a sus hijos.