PLUMAS DE COATEPEC

YO CORRÍ LA CARRERA DE MI COATEPEC 2013*

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YO CORRÍ LA CARRERA DE MI COATEPEC 2013*

Por Mary Paz Monzón

Hacer ejercicio es una disciplina que aprendí con el ejemplo de mi madre, quien por las mañanas acudía a correr a la Unidad Deportiva Amorós Guiot, la veía trotar por la pista una y otra vez en las vacaciones. Siempre tuve la impresión de que algunas personas de pantalón largo al ver a los corredores en pantalones cortos los veían raros, seguramente eran otros tiempos y ver a una mujer en atuendos deportivos no era común, concluí que aquellos de pantalón largo tenían ideas muy cortas.

Tiempo después acudí al mismo escenario a trotar, era una rutina de trote lento en la unidad deportiva, dando vueltas perdía la cuenta. En mi mente no había preocupaciones, solía repetir las lecciones mentalmente de mis estudios, era mi repaso. A cada vuelta descubría el cambio del verde obscuro a un verde claro de las ramas y el pasto fresco que anunciaba un nuevo día, disfrutaba cada paso viendo el verde paisaje tratando de distinguir las tonalidades del verde, el césped, arboles, ramas, arbustos, flores, los cerros a la lejanía eran descubiertos al avanzar el amanecer, tal vez por eso, el verde sea mi color favorito.

Al regresar a casa me sentía ligera, cuando debí sentir fatiga, nunca lo pude entender, es un misterio. Eran tiempos donde en las calles de mi pueblo los marchantes saludaban. ¡Buenos días!

Hoy las cosas deben estar mal, porque el transeúnte anda sonámbulo, no habla, se encierra en rutinaria vida, se tapa los oídos con audífonos para no escuchar su corazón, con mascaras de rostros hoscos que alejan a cualquier que ose invadir su espacio, detienen los músculos de su cara con el vacio de su soledad para evitar un gesto amable.

Todo esto pensé la mañana del domingo pasado cuando casi sin entrenar me atreví a participar en la carrera 5K de Coatepec. Recordé a mi madre y su voluntad inquebrantable, su tenacidad por alcanzar sus metas, cuando mis piernas pesaban más de una tonelada en la subida, paré, recargué mis manos sobre las rodillas, alcé la vista… la calle no tenía fin, empezaron a rebasarme uno, otra y otra más, moví la cabeza negativamente, no alcancé a pensar nada, hasta que escuché un grito: ¡Vamos Mary Paz, tú puedes!

En ese instante desperté de mis pensamientos nocivos, esos que te hacen rendirte y renunciar.  Tomé fuerzas de no sé dónde y ahí voy otra vez.

A cada paso fui redescubriendo las calles, esas que a diario camino desde hace ya…para qué contar los años…una puerta, dos ventanas, otro grito ¡Síguele amiga!, no podía parar de correr, mejor dicho, de trotar, esa fue por pena.

Más adelante, una vecina mas se unió al coro de aliento, el domingo en las calles de mi Coatepec.

Ya en Jiménez del Campillo, eran aplausos los que alentaban el paso de los corredores. Después fueron mis hijos, recordé a mi madre nuevamente, el trío gritaba sin cesar: ¡mi mamá, mi mamá!

En ese momento por arte de magia, mi actitud cambio después de probar el agua salada que corría por mi rostro, se esfumó la fatiga, apareció la sonrisa a mi paso como las tonalidades únicas de Coatepec al nacer el día. Debía terminar lo que inicié, para que mis hijos me vieran cruzar la meta como ellos lo harían después en la carrera infantil.

No importó la basura al paso, ni la caca de perros en las calles frenaron el aliento de la gente y mis recuerdos fueron la magia que hizo posible correr la 5k como muchos otros paisanos que hicieron del domingo un día de fiesta.

  • Publicada en agosto de 2013, El Regional Coatepec