Especial

¿A dónde se iría la tragedia?

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Alejandro García Rueda

 

Si miramos en retrospectiva, o inclusive nos fijamos en la historia reciente, encontraremos que los medios han registrado acontecimientos que tienen como común denominador el terror y la conmoción. Las torres gemelas, el estallido en Londres de cuatro bombas (tres de ellas en un metro y la cuarta en un autobús de manera casi simultánea), los atentados en España que cobraron la vida de al menos 191 personas, un atentado atribuido a las FARC que mató a 36 personas hace doce años o la desaparición de 43 normalistas en el estado de Guerrero, así como el ataque contra la revista satírica francesa Charlie Hebdo son ejemplo de ello.

 

De los casos anteriormente mencionados, la mayoría no se dio en medio del estallido de las redes sociales pero los dos últimos

detonaron un gran activismo en dichos espacios. El caso de los 43 normalistas, por ejemplo, fue posiblemente la muestra más visible de que en los últimos años se tomaron decisiones que a la postre resultaron no ser del todo buenas, pero el asunto también hizo manifiesto que algunas cosas causan más dolor que otras.

 

Con base en la cobertura

Si la historia de los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa se hubiera dado en medio oriente ésta no conseguiría tanta atención.

Normalmente cuando la información proviene de países que suelen tener ataques de este tipo, las notas se colocan como si se tratara de algo ocasional e inclusive al ver la televisión, la noticia se presenta de manera rutinaria abriendo espacio a otro tipo de cuestiones.

 

Imagínelo: «Este 26 de septiembre, 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa fueron detenidos y entregados a integrantes de un grupo delictivo (…) de acuerdo con las autoridades(…) En otro orden de ideas, las Chivas siguen en la pelea por mantenerse en primera división». Esa hubiera sido la historia.

 

Pero todo sucedió en México

Y eso, además de las condiciones del país por todos conocidas, contribuyó a que el hecho no se perdiera y pese a que la audiencia tristemente comienza a «habituarse» al impacto de la violencia, los hechos relacionados con el secuestro de los estudiantes consiguieron ipso facto la atención no solo mediática, sino de las redes, que ayudaron a impulsar el tema en la agenda.

 

Normalmente el mero abordaje de esta clase de temas es efímero y se mantienen como tendencia por lapsos de tiempo muy cortos, pero en una dinámica en la que el usuario de las redes concientiza, participa y se involucra con una causa esto no es posible pues la atención de los medios se encuentra focalizada en cuestiones relevantes.

 

Sí, pero ¿A dónde se iría la tragedia?

 

Con todo ello, una problemática como ésta en algún punto tiene que «caducar» y de pronto el abordaje del tema sería ocasional, o como pretexto para transformarse en uno más de los tópicos del día y entonces ser confinado al olvido o sustituido por un tema nuevo.

 

Esto nos obliga a hacernos más conscientes. Nos mueve a elegir mejor nuestras causas y tomar un respiro para saber si en verdad estamos interesados en seguir adelante con ellas independientemente de si esa haya sido una buena o mala mañana para pensar en convertirlas en hashtags y a la postre en tendencias.

 

Pese a que oficial y prácticamente se ha dado «carpetazo» al asunto, la discusión en torno a los desaparecidos no ha cesado. De modo que si a alguien realmente interesa la idea de generar conciencia y presión, le informo que el secuestro tampoco ha perdido terreno, México está situado -según números de la ONC- en el primer lugar de la comisión de este delito. Así mismo, le comento también que es muy probable que nada de esto sea tendencia en las redes en el futuro próximo por lo que habrá que imaginar nuevas estrategias para seguir adelante.

 

Atentamente

LCTC. Alejandro García

 

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