Crónica Coatepecana

ALTAR DE LA VIRGEN DE DOLORES EN COATEPEC, VER.

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Dr. Jesús J. Bonilla Palmeros

Cronista de la ciudad de Coatepec

 

Las dulces notas de los cantos marianos, inundan la amplia sala de la casa de doña Esperanza García Panes, letanías que entonan familiares, amigos y vecinos ante la sagrada imagen de la Virgen de Dolores, y que como cada año, muy devotamente se le honra con un vistoso altar y el rezo del Santo Rosario.

            Doña Esperanza fiel a las tradiciones, planea con tiempo suficiente la celebración a la Virgen de Dolores, en su domicilio de la tercera calle de 5 de mayo número 83, solemnidad que rememora una antigua práctica católica, como es el dedicar cada uno de los viernes de cuaresma a los iconos y entidades de la pasión y muerte de Jesucristo, previos a la Semana Mayor. De tal manera que el sexto viernes de Cuaresma, se honra a la Virgen de Dolores con la disposición de altares, procesiones y rosarios a la entidad Mariana, en diversas poblaciones de la República Mexicana.

            En el Altar de Dolores elaborado por integrantes de la familia Sandoval García y amigos, destaca una imagen de la virgen con una antigüedad cercana a los trecientos años, la cual ha pasado por seis generaciones en una misma familia. De tal forma que doña Esperanza García es la guardiana desde hace cuarenta años, de una tradición que se remonta a los festejos que le hacían a la sagrada imagen en el “Rancho de la Virgen”, perteneciente a la localidad de San Felipe de las Torres Mochas en el Estado de Guanajuato. En aquel entonces se daban cita los habitantes de los ranchos cercanos para honrar a la Virgen de Dolores, con una procesión ambientada en el detonar de los cohetes y la banda, para culminar con el Santo Rosario, y posteriormente degustar un rico mole de tortitas de camarón con nopales, todo acompañado de agua fresca y la rica capirotada.

            La tradición de montar altares a la Virgen de Dolores, se remonta a la Edad Media en poblaciones católicas del continente europeo, práctica que trajeron a la Nueva España los religiosos de las órdenes mendicantes durante el periodo colonial. Los altares se disponían principalmente en las iglesias y conventos, posteriormente y a la par de la conformación de asociaciones religiosas, se fueron elaborando en las casas de algunos particulares pudientes, o personas que cumplían con algún cargo religioso.

            El Altar de Dolores se caracteriza por la inclusión de diversos elementos  con carácter simbólico, por ejemplo: la tela blanca nos remite a la pureza de la Virgen María, el color morado al luto por la pasión y muerte de Jesucristo, la luz de la lámpara de aceite a las rogativas para que las ánimas del Santo Purgatorio puedan salir de dicho espacio, las pequeñas macetas con germinados de cebada se sustentan en la maternidad de la Virgen María, a la vez que son un referente del proceso sincrético donde se superponen algunas concepciones indígenas a las católicas, debido a que las ceremonias de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo se llevan a cabo dentro de un periodo, en el cual los indígenas realizaban una serie de ceremonias para propiciar el desarrollo de la planta de maíz, y ellos fueron quienes integraron en el altar los germinados de amaranto, chía, cebada y alpiste principalmente. Por tanto se fundamentan en la concepción cíclica vida-muerte-vida, y su reinterpretación en cuanto a los paralelismos conceptuales que dan sustento a las ceremonias de la Semana Mayor.

            En el mismo tenor simbólico, al repartirse después del Santo Rosario en la casa de doña Esperanza, agua fresca de Jamaica y capirotada, se refrendan las asociaciones simbólicas entre los alimentos y las entidades católicas, específicamente porque las diversas aguas frescas que tradicionalmente se ponen en el Altar de Dolores y después se reparten entre las personas que asisten, representan las lágrimas de María y con base en el color de cada agua se remite a una carga simbólica alterna, así tenemos que el Agua de Jamaica representa la Sangre de Cristo. En cambio a la capirotada, postre elaborado con pan de sal rebanado, tostado al sol, posteriormente al comal y frito en manteca, se combina con pasitas y miel de piloncillo. Tanto las pasitas (uvas secas) como el pan de trigo, en la iconografía católica se asocian simbólicamente con la sangre y cuerpo de cristo.

            Probablemente estimado lector, nos cueste trabajo entender las asociaciones simbólicas de los elementos en el Altar de Dolores, pero en realidad la ofrenda a la Virgen María en el sexto viernes de Cuaresma, reviste una diversidad de elementos vinculados tanto a la naturaleza simbólica de la Virgen como de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Elementos icónicos observados desde la Edad Media, posteriormente difundidos en tierras de la Nueva España durante el periodo colonial, y reinterpretados por las sociedades indígenas con base en concepciones y ceremonias que llevaban a cabo durante el ciclo agrícola, de tal manera que al insertarse el ceremonial católico de Semana Santa en el tiempo del desarrollo de las plantas que integraban la dieta de los indígenas,  se combinaron en el ritual y las ofrendas ambas concepciones religiosas, que son distintivas hasta la fecha del culto popular que identifica a indígenas y mestizos.

            Nuestro agradecimiento a la familia Sandoval García por invitarnos a presenciar el festejo a la Virgen de Dolores, y el reconocimiento por mantener la pervivencia de elementos iconográficos de carácter sincrético en el altar a la entidad Mariana.

 

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